
Felipe González nació en Sevilla en 1942. Secretario general del Partid socialista desde 1974 a 1997, Presidente del gobierno desde 1982 a 1996, con dos mayorías absolutas y pactando con Convergencia y Unión en la tercera.
Personalidad: Soberbio, déspota, “el que me heche un pulso lo pierde”, arrogante, se sentía superior, tan encumbrad que sus compañeros le llamaban dios. Guapo, listo, buen orador con tino acento andaluz. “Felipe, capullo, queremos un hijo tuyo”, le decían en los mítines. Él era un seductor, pero no tuvo la gallardía, cuando sus ministros Barrionuevo y Vera fueron encarcelados por el caso GAL, de decir “he sido yo” y de presentarle la dimisión al Rey.
Lo tenía todo a su favor. Su poder era inmenso. Su nivel de aceptación popular de 7,5 sobre 10. La adhesión que despertaba, casi mística. Su protector, Edmund Kohl, el Presidente de Alemania. Creía la gente que todos los problemas los resolvería de forma inmediata.
Lo mejor de su mandato el abandono del marxismo optando por la socialdemocracia y la reconversión industrial y naval.
Fue buena la política exterior tras la primera época de Moratinos. Con Fernández Ordóñez se hizo pro occidental y anticastrista. España ganó prestigio internacional e ingresó en la Comunidad Europea en 1985 en condiciones aceptables.
Lo peor de su mandato su charneguismo acomplejado entregando el PSOE de Cataluña al PSC.
Lo más grave la reforma de la justicia haciendo que el Gobierno interviniera en el nombramiento de los jueces de los altos tribunales y de los fiscales. Fue entonces cuando Alfonso Guerra dijo “Montesquieu ha muerto”, per podía haber cicho “la democracia ha muerto” porque la separación de poderes, la independencia de la justicia, es la base de la democracia.
En su época se inició la corrupción que no existió con Suarez. Los socialistas irrumpieron en la política española con unas prisas enormes para alcanza el poder y enriquecerse. El eslogan dela campaña electoral decía “100 años de honradez”. Algún castizo añadió, pero… ni uno más.
La gestión de la economía, salvo la reconversión industrial y naval de la época de de Migue Boyer, fue fatal. En 1996, al final de su mandato el paro era más elevado que en su comienzo, que no pasaba de los 2 millones. España no cumplía ninguna de las condiciones impuestas para entrar en la Unión Monetaria.
En cuanto a los separatismos del País vasco y Cataluña, es cierto que los problemas venían de lejos, pero con Felipe González se agravaron.
Agobiado por la corrupción y el paro perdió las elecciones generales y fue sustituido por José María Aznar del Partido popular.
Tras él vendrían Zapatero Sánchez que harían bueno a Felipe González.
Él representó una izquierda de corte populista que no dudó pactar con la derecha nacionalista catalana para mantenerse en el poder. Pero amaba nuestra nación, lo que no ha sucedido con sus sucesores.
Enrique Gómez Gonzalvo, 17-12.2021 Referencia 38