
Desde 1980 se ha producido en casi todo el mundo, y especialmente en Europa, un brusco descenso de la natalidad que nadie había previsto. España como otros muchos países, si no tenemos en cuenta la inmigración, está perdiendo población.
No es un problema económico. Nuestros padres y abuelos, con unas rentas muy inferiores, tenían 3 y 4 hijos por familia. Las ayudas económicas destinadas a incrementar la natalidad que se han aplicado en países como Suiza y Alemania han dado un resultado insignificante. Habría que dar tanto dinero a los jóvenes para que quisieran tener hijos que el Estado se arruinaría.
El problema es más profundo. Durante toda la historia del hombre, en todos los pueblos y culturas, se ha considerado la maternidad y la paternidad un valor absoluto. Como consecuencia, la institución del matrimonio que vinculaba a un hombre y una mujer para engendrar hijos y educarlos, ha persistido durante miles de años porque ha sido eficaz para la conservación de la especie. Las mujeres, por razones biológicas, se dedicaban primordialmente al cuidado de sus hijos.
Esta situación ha cambiado profundamente en la actualidad. Desde la Segunda Guerra Mundial la mujer se ha incorporado al mundo laboral y, es evidente, que compatibilizar la maternidad y el trabajo fuera del hogar es muy complicado. Además, y es lo más importante, se ha producido un profundo cambio de valores en todo lo relacionado con la familia, el amor, el sexo y hasta en el sentido de la vida. La consecuencia es que tener hijos y fundar una familia no es en nuestro tiempo un objetivo primordial como lo era antaño. Nos creemos tan modernos que prescindimos de esas antiguallas
El ataque al matrimonio y a la familia es constante en la sociedad actual. B. Simona de Beauvoir condenó la maternidad como una degradante servidumbre biológica. Alfredo Kinsey llamó a la liberación sexual total. Para Erich Fromm la familia burguesa es un microcosmos fascista, engendrador de la “personalidad autoritaria”.
En la actualidad prevalece la filosofía hedonista, que es la vida sin ataduras “como si no hubiera mañana”. Los estudiantes de mayo del 68 francés decían que bajo los adoquines de la estructura familiar rígida estaba la playa del sexo sin responsabilidad.
La socialdemocracia intentó con su ingeniería social reemplazar a la familia por el Estado y el resultado es una sociedad donde la mayoría de las personas viven solas.
El feminismo radical, tan defendido por algunas ideologías políticas y que se basa en criminalizar al varón, ha agravado la situación. Considera a la familia tradicional como una institución básicamente opresiva para la mujer. Afirman que, hasta hace relativamente pocos años, las mujeres eran víctimas de la opresión del heteropatriarcado que las obligaba a dedicarse exclusivamente a la maternidad y las tareas domésticas. Aseguran que la liberación femenina no será completa hasta que las diferencias socioculturales entre los sexos no hayan sido abolidaspor completo.
Todo ello ha hecho que las curvas de natalidad se vayan hundiendo a la vez que las de nupcialidad.
Enrique Gómez Gonzalvo, 21-11-2021, Referencia 487