
La democracia es el mejor sistema desde el punto de vista de la organización política. Se basa en el hecho que la soberanía reside en el pueblo y éste se gobierna a si mismo nombrando a sus representantes. El pueblo teóricamente elegirá a los políticos más sabios y honrados, que solucionarán los problemas de los ciudadanos con equidad y justicia.
La realidad no es tan bonita. Los elegidos no son los mejores, tanto en España como en todas partes y abundan los mediocres.
Una de las razones es la demagogia. Es más fácil que salga elegido el político populista, el que no dice la verdad sino lo que la gente quiere oír, que el que anuncia “sangre, sudor y lágrimas”. Sale el que busca el aplauso, el que promete lo que sabe que no va a cumplir, el que engaña a una opinión pública poco ilustrada y en la que más del 50 % se desentiende de la política. Lo dijo Aristóteles, para ganar las elecciones basta declararse enemigo de los ricos.
Todos pensamos que somos muy racionales y que nuestra ideología viene conformada por una especie de análisis frío de la realidad. Creemos que los demás se mueven por impulsos o por desconocimiento, pero nosotros no, porque consideramos que analizamos la situación y, fríamente, tomamos la decisión.
En la práctica tiene más influencia para el sentido del voto el cerebro emocional que el racional. Son más importantes las emociones que los razonamientos. Y para que no haya conflicto entre el cerbero racional y el emocional, que no nos dejaría vivir, nos engañamos a nosotros mismos y buscamos buscamos “razones” por las que hemos tomado esa decisión.
Este conflicto, entre cerebro emocional y cerebro racional lo explica muy bien el psicólogo Haidt. El cerebro emocional es como un elefante y el cerebro racional es el jinete. El elefante es grande, fuerte e impulsivo y el jinete es astuto, pero muy pequeño y débil en comparación.
El jinete, que es inteligente, se sitúa a lomos del elefante para dirigirlo, sujeta las riendas y parece llevar la voz cantante pero, dada su diferencia de tamaño, su control no deja de ser precario, débil e inestable y cada vez que el enorme elefante se rebele y quiera tomar otra dirección, el jinete perderá.
El jinete reflexiona, planificar a largo plazo, tiende a darle demasiadas vueltas a las cosas y a enredarse. El elefante, movido por los sentimientos y las emociones, es perezoso y caprichoso y le gusta conseguir rápidamente todo lo que quiere.
Por esto, gente sabia vota una y otra vez una ideología que ha producido más de 100 millones de muertos No es que no sean honestos intelectualmente. Es su cerebro emocional.
Es lo que ocurre en Argentina, desde hace 60 años, con el peronismo. Lo dijo muy gráficamente hace mucho un argentino “yo voto a Perón, aunque sea un ladrón”.
Enrique Gómez Gonzalvo 17-09-2021 Referencia 455.