
En todas las sociedades y en todas las culturas la crisis de la adolescencia es la crisis por excelencia del ser humano. Se debe a la existencia de una revolución hormonal que coincide con una crisis de identidad.
Esta crisis se debe en parte al desfasamiento en el proceso de maduración entre las diversas facetas de la personalidad, que además se ha acentuado en las últimas décadas. Algunos aspectos de la personalidad han adelantado su maduración, como la inteligencia, por la más amplia estimulación y el desarrollo biológico y, la sexualidad, ésta por factores alimentarios. En cambio, otros aspectos, como la esfera afectiva emocional, maduran más tardíamente.
Antiguamente la crisis era mucho más ligera y banal. Se manifestaba con un apartamiento de los padres, pero al cabo de 2 ó 3 años llegaba la reconciliación, aceptando a los padres tal como son, no como dioses. Volvían entonces a tomar como modelo de identificación a una persona adulta, generalmente el progenitor del mismo sexo.
Ahora la crisis es mucho más profunda y entre adultos y jóvenes hay un gran espacio vacío, cuando no lleno de resentimiento e incomprensión. Por eso se produce la integración en grupos donde se cultiva la estimación recíproca y la hostilidad contra los adultos, a la vez que se desarrolla el narcisismo.
El adolescente, antes de la independencia propiamente dicha, pasa por una dependencia psicosocial con su grupo y se socializa, antes bebiendo alcohol con los demás y ahora, a veces, añadiendo el consumo de drogas.
El drogadicto antiguo era una apersona adulta que empezaba a inyectarse un derivado del opio, normalmente morfina, que se lo había prescrito el médico para combatir una enfermedad o un accidente y quedaba enganchado.
La drogadicción moderna comenzó en los años 60 en San Francisco con la corriente hippy, que era un movimiento de protesta y evasión con una ideología contrapuesta a la de sus padres. Se consumía preferentemente marihuana y LSD. El movimiento hippy se ha volatilizado, pero ha dejado la tendencia en los jóvenes al consumo de drogas.
Los drogadictos actuales son personas jóvenes que se iniciaron en el consumo de drogas durante la adolescencia, entre los 12 y los 18 años, normalmente en grupo, consumían drogas cada vez más fuertes y están situados en los márgenes de la sociedad.
El consumo de alcohol y el consumo de drogas tienen grandes paralelismos. En realidad el alcohólico es un drogadicto, pero un drogadicto del alcohol. En ambos casos el consumo es para afirmar su personalidad, como un desafío, como hacían hace varias décadas con el consumo de tabaco y cerveza. En el caso de las drogas tienen la convicción que, con su consumo, pueden ser ser más felices.
Con frecuencia ambos consumos, drogas y alcohol, se acompañan de trastornos de personalidad, más profundos y conflictivos en el caso de las drogas. El 10-20 % de los adolescentes drogadictos sufren personalidad narcisista, trastorno límite de la personalidad, depresión e incluso esquizofrenia paranoide. Pero siempre, el adolescente busca, sobre todo, encontrar su identidad.
El patrón de consumo de alcohol del adolescente es mucha cantidad en poco tiempo (2 ó 3 horas), se mantiene hasta los 20 años en que, si se hace alcohólico, cambia al patrón de consumo del adulto. Suelen ser chicos que se sienten muy solos e inseguros, con grandes dificultades en relacionarse con los demás.
Las chicas, aunque toman menos cantidad de alcohol que los varones, con el poco peso que tienen a los 13-14 años, que es cuando comienzan a beber, se emborrachan con gran facilidad.
En ambos casos, drogas y alcohol la predisposición genética es muy importante e influye hasta un 50 %.
Los partidario de liberalizar el consumo de drogas deberían recordar que, tanto en el alcohol como en las drogas, a mayor disponibilidad mayor consumo.
Enrique Gómez Gonzalvo 5-09-2021 Referencia 448