
El mundo va cada vez mejor porque siempre ha estado muy mal. En 1820, de las 1.100 millones de personas, más de mil vivían en condiciones de extrema pobreza con menos de 2 dólares al día. En 1970, las que estaban en esta situación no pasaban del 8 % y la tendencia a mejorar era extraordinariamente buena.
Los que creen que esta mejoría no es real, que no son pocos, que se lo pegunten a los chinos, a los indios, a casi todos asiáticos, a la mayoría de los africanos e incluso a los europeos. Morir de viejo antes era el privilegio de unos pocos, hoy es la norma. La esperanza de vida ha pasado de 61 años en 1971 a 75 en el 2015 y el hambre ha descendido del 28 al 11 % de la población.
Esta mejoría no es la percepción de la mayoría de la sociedad occidental. Los que tienen que contar como va el mundo, fundamentalmente periodistas, si dijeran la realidad tendrían que reconocer que la causa de la mejoría es el capitalismo y la globalización. Se vendría abajo su andamiaje ideológico y precisarían de una categoría moral de la que normalmente carecen.
Los comunistas y los progres que les aplauden hablan de la quiebra del modelo de organización social, que es el que ha sacado de la miseria a millones de personas y anuncian el apocalipsis posmoderno. Reemplazan los cuatro jinetes clásicos por el cambio climático, la sustitución de hombres por máquinas, la masificación turística. Hay que volver al pasado, resurgiendo el mito del buen salvaje.
Íñigo Errejón decía hace no tantos años «tenemos prisa, tenemos urgencia para heredar el gobierno. Si tenemos que esperar nos encontraremos con una economía destruida, las pensiones saqueadas, las instituciones despilfarradas, unas condiciones de trabajo peores y seremos la generación más preparada pero exiliada y con muchas leyes represivas”.
Son los mismos que dicen que el capitalismo ha fracasado, que ha demostrado ser incapaz de resolver los problemas económicos, por lo que la humanidad no tiene más alternativa, si quiere sobrevivir, que hacer la transición a una economía planificada, al socialismo.
La sociedad ha cambiado tanto que, en épocas pasadas, antes había más resignación y fatalismo basado en la experiencia pues normalmente las cosas salían mal. Ahora queremos satisfacer inmediatamente cualquier deseo, sin calcular si se trata de algo superfluo o necesario. No aceptamos los límites de la condición humana: el dolor, la enfermedad, el envejecimiento y la muerte. Se busca una respuesta técnica o medicalizada y se intenta resolver todo con una píldora. Hay que ser joven a los 70, sexualmente activo y económicamente boyante.
Enrique Gómez Gonzalvo 7-07-2021 Referencia 413
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