
Al progre de la época franquista y de los últimos años de la transición se le reconocía con cierta facilidad porque llevaba pelo largo, americana, una bufanda, barba y gafas redondas, caso de necesitarlas. Ha cambiado tanto el aspecto externo como su “ideología” porque el mundo también lo ha hecho.
Con la caída del muro, el antiguo progre se ha quedado descolocado y un poco huérfano. No puede manifestarse pacifista porque la guerra fría ha terminando. No puede tener como ídolo a Che Guevara, a Castro o a Salvador Allende porque hasta el más tonto sabe que el cubano en Miami vive mejor que el cubano en Cuba. No puede predicar “libertad, amnistía, estatuto de autonomía” como en la transición, porque el problema catalán da miedo y nos acercamos peligrosamente a Yugoslavia.
Si la izquierda pierde las elecciones como le ha ocurrido recientemente en Madrid, como el progre normalmente ha ido a la universidad dice que el pueblo no sabe ni lo que quiere ni lo que le interesa. Lo tienen que guiar ellos que conocen el sentido de la historia y leen el diario El País que sigue siendo la biblia del progre.
Defiende el relativismo y el buenismo por encima de la verdad y de los principios de nuestra civilización. No quiere enterarse de los 100 millones de muertos del comunismo porque es sobre todo cobarde y solo le interesa la comodidad y el bienestar.
Se pasa la vida acusando a los ricos de la pobreza de los demás, pero intenta pagar lo mínimo a hacienda. Juega a ser revolucionario, pero le gusta la ropa de marca. La derecha para él será siempre mala, egoísta y homófoba.
Para demostrar que sigue siendo progre tiene que ser muy feminista, bastante separatista, le tiene que dar asco España, ha de decir que la caspa es la religión católica, la Semana santa, la Navidad, los toros y todo lo que es nuestro. No cree en los valores de la tradicional occidental. No le gusta nuestra historia.
España no es un país perfecto porque ninguno lo es. Como todos tiene una historia muy difícil, con sus guerras civiles, pronunciamientos, dictaduras, pero es necesario aceptar lo bueno y lo malo. La autoflagelación, la introspección, la crítica continua, el deseo de cambiar todo y comenzar de nuevo no conduce a ninguna parte.
Enrique Gómez Gonzalvo 1/06/2021 Referencia 391