
Los políticos todos quieren lo mismo, el poder. Le preguntaron a Francisco I de Francia sobre las relaciones con su primo el Emperador Carlos y el francés le contestó: mi primo y yo estamos de acuerdo en lo fundamental, los dos queremos Milán.
Las relaciones entre los estados son de dominio y de poder y esto implica sumisión. En los vínculos internacionales sólo se toma en serio al Estado que te puede matar, pero no todo puede ser lícito y es en el campo de las ideas donde se debe encontrar la legitimidad en los conflictos. Por eso no fue moralmente aceptable que Alemania financiara el viaje de Lenin a San Petersburgo para precipitar el fin de la Primera Guerra Mundial a costa del triunfo de la revolución bolchevique y, en cambio, sí hubiera sido legítima la ayuda a los generales blancos que habrían terminado con Lenin.
Estas relaciones de dominio y de poder también se dan en muchos ámbitos de la vida cotidiana: en el mundo laboral, en las relaciones de pareja, en la familia. A los hombres no se les debería intentar dominar sino respetarlos y amarlos. Freud afirmó que en todos los individuos existe en los orígenes del inconsciente una tendencia natural a matar.
Este afán de poder lo encontramos también en las revoluciones, que no se sabe porqué tienen ese extraño prestigio ya que la revolución es una cosa maligna pues no se trata de reformar y cambiar lo que está mal, sino de cambiar todo.
La clave del revolucionario es la envidia y el rencor disfrazado de progresismo. Sus apóstoles odian a los ricos y a los poderosos, pero no la riqueza ni el poder, pues en cuanto tienen ocasión, ejercen el poder con mayor vanidad y prepotencia que aquellos a los que envidiaron. La Revolución Francesa, paradigma de todas las revoluciones terminó en las guerras napoleónicas, en las que un hombre de cada tres en edad militar quedó muerto o inválido: esto fue la grandeza de la Francia napoleónica.
También lo encontramos ese afán en el Partido Socialista desde sus orígenes. Pablo Iglesias, fundador del Partido Socialista y de la UGT, cuando llegó al Congreso, en su primera comparecencia parlamentaria anunció “acataremos la legalidad cuando nos convenga y no la acataremos cuando no nos interese”. Al Presidente del Consejo de Ministros Don Antonio Maura, le dijo: para impedir que Vd. siga en el cargo estamos dispuestos a llegar al atentado personal.
Largo Caballero, Secretario General de PSOE y Jefe de Gobierno durante la Segunda República afirmó“ la democracia es solo el primer paso hacia la consecución de la dictadura del proletariado. Que nadie dude que el poder será nuestro, por las buenas o por las malas».
Los bolcheviques en la Rusia del 1917 eran pocos, unos mil profesionales para una población de 140 millones de personas, pues Rusia era el país más extenso y más poblado del mundo y se hicieron con todo el poder.
El poder en si mismo no es malo, pero si se usa para el mal sus efectos pueden ser catastróficos. La experiencia nos demuestra que el que tiene poder abusa de él y lo utiliza en su beneficio porque el hombre es malo y, si puede, empieza a abusar desde niño.
Actualmente los poderes fácticos son distintos: ya no dominan ni la Iglesia, ni el ejército ni los bancos. El poder actualmente está sobre todo en los medios de comunicación. Goebbels, ministro de propaganda de Hitler, decía que “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. No tratan de informar, sino de persuadir, de una educación continuada para cambiar el sistema de valores de la gente. Iñigo Errejón presume de tener el control de las universidades, de los medios de comunicación y de la educación. Y algo de cierto tiene que haber en ello cuando una ideología que ha producido en 100 años 100 millones de muertes, goce en España de tan buena salud.
En España, el único poder fáctico que realmente ha mandado durante la transición ha sido el imperio PRISA, con el diario El País a la cabeza y apoyado por Felipe González. Tras el fallecimiento de Polanco, parte de ese poder se trasladó a otros grupos de comunicación, pero siempre de izquierda y de extrema izquierda.
Enrique Gómez Gonzalvo, 13/04/2021 Referencia 347