Los proletarios, que es como llamaban los comunistas a los trabajadores, no son comunistas porque quieren ser propietarios, tener un piso en propiedad, a ser posible una segunda vivienda y transmitir el fruto de su trabajo a sus hijos y seres queridos.
Esto no se ha conseguido en ningún tipo de sociedad en la que se haya instalado el comunismo. Ni en el enorme imperio ruso. Ni en pueblos de raíz greco-cristiana, como Rusia, Bulgaria y Rumanía. Ni en pueblos católicos, como Hungría, Cuba o Nicaragua. Ni en pueblos cristiano-protestantes, como Alemania o Checoslovaquia. Tampoco en pueblos islamizados, como Albania, ciertas porciones de Yugoslavia y algunas repúblicas del Turquestán soviético. Ni en los de tradición confuciana, budista o taoísta, como China, Camboya, Vietnam y Corea del Norte. El resultado final fue la miseria económica y 100 millones de muertos.
¿Por qué muchos millonarios, como los Barden o los Gran Wyoming se declaran comunistas?
No es porque en el Sermón de la Montaña se dijera “bienaventurados los pobres porque vuestro es el reino de los cielos” o porque en el concilio de Nicea del año 325, el primer concilio universal de la Iglesia Católica se condenara el “turpe lucrum”, el lucro o ganancia moralmente reprobable.
Es porque el que condena la riqueza, el que firma el Manifiesto Comunista se coloca en lado de los buenos y el que está en la otra orilla es un maldito, un facha y en el mejor de los casos un liberal radical.
Es porque triunfan las emociones negativas, especialmente la envidia, sobre la razón.
Es porque, como escribió Jean-Francois Revel en su libro El conocimiento inútil “la primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo, es la mentira”.
En los años 30 y durante el franquismo la mayoría de los comunistas, aunque estaban equivocados, eran sinceros, idealistas. Sobre todo los jóvenes luchaban por un ideal, creían en la causa, en la revolución para llegar a una sociedad sin clases. Esto no ocurre en la actualidad y no tiene lugar sobre todo porque esos progres millonarios, van de buenos, pero son muy malos.
Ellos hacen un buen negocio viviendo a todo plan sin dejar de sentirse ideológicamente superiores. Disfrutan de todos los lujos del capitalismo que tanto odian, pero ninguno recoge un inmigrante en su casa. Es la “gauche caviar”.
Hagan lo que hagan, aunque el comunismo una ideología criminal, lo verdaderamente “malo”, siempre será la derecha y el capitalismo.
Enrique Gómez Gonzalvo 10/2018 Referencia 335