
La Iglesia Católica es lo mejor y lo peor de este país, tradicionalmente ha sido así y por eso es uno de nuestros pilares. Todo ello a pesar de que el catolicismo no ha sido una religión de estado y la iglesia no ha estado nunca al servicio del poder civil, lo que ha representado para España una dificultad mayor a la hora de construirse.
Esto no ha ocurrido en los países protestantes desde que Lutero convirtió a los príncipes de Sajonia en los jefes de la Iglesia de Sajonia y siguiendo su ejemplo, cada príncipe alemán se convirtió en el jefe de su iglesia territorial, dando lugar por ejemplo a que en la maravillosa Suecia, hasta 1967 no pudiera ser funcionario quien no fuera protestante.
Esta unión del trono y del altar fue fundamental para la unificación de Alemania, pero junto con el luteranismo también se produjo el nacimiento del racismo que finalmente explotó con Hitler.
Por influencia o como consecuencia de la Leyenda Negra Antiespañola, muchos siguen pensando en Europa que España estuvo siempre atrasada por influencia de la Iglesia católica, que la intolerancia religiosa causó estragos, que por ella perdió el tren de la modernidad, que la Inquisición española ejecutó a cientos de miles de personas, aunque desde 1976 está documentado que el número de ejecutados desde 1550 hasta 1.700 fue poco más de 1.300. Pero los estereotipos son tan poderosos y persistentes que cuando se habla de represión, se sigue pensando en el Santo Oficio, incluso después de haber pasado por el Auschwitz de los nazis o el Gulag del comunismo.
Lutero en cambio ha tenido buena prensa porque ante la sublevación de los campesinos frente a los príncipes alemanes, Ia Iglesia luterana se puso del lado de los poderosos y, buscando su protección, volvió a hacerlo ante el enfrentamiento de los príncipes con el emperador Carlos. Así Lutero fue el responsable de que no se produjeran cambios en la sociedad feudal y que el feudalismo no se terminara en Alemania hasta el siglo XIX
De la Iglesia hemos heredado aquello de que nadie es mas que nadie porque todos somos hijos de Dios y que el pobre, además del amparo de la ley de Dios ha de tener de los hombres, que la ley ha de regir tanto para el humilde como para el poderoso y que ha de ser aplicada por un juez independiente del que tiene poder.
También hemos heredado de la Iglesia católica la idea de hay que ayudar a la gente que está en situación de penuria. Así se ha hecho siempre a lo largo de nuestra historia, basta ver las enormes construcciones de tiempo de los Reyes Católicos como el hostal San Marcos de León o de los Reyes Católicos en Santiago de Compostela, destinados a hospitales de peregrinos.
Durante muchos siglos, antes de la instauración de la Seguridad social, la Iglesia Católica era la única que atendía a los leprosos, a los enfermos y a los desamparados y toda vía hoy, la labor realizada por Caritas en los momentos de crisis económica, por ejemplo a través de los comedores, es valiosísima, no comparable a la realizada por partidos políticos o sindicatos.
En cuanto a la enseñanza, los dominicos, franciscanos, jesuitas o agustinos que enseñaron sobre todo en Salamanca, Alcalá de Henares y Lisboa fueron los precursores del liberalismo político, 80 años antes que Locke, y del liberalismo económico dos siglos antes que Adam Smith. Ellos afirmaron que el precio moralmente justo de las cosas era el formado de acuerdo con la oferta y la demanda, siempre que hubiera suficiente número de compradores y vendedores, es decir, en ausencia de monopolio. Ellos criticaron el gasto público improductivo y el elevado número de gentes que vivían del Estado.
Por todo esto, aunque en los años 70 se produjo el abandono masivo de la práctica religiosa en España, aunque las iglesias estén casi vacías y el laicismo avance a pasos agigantados, nuestra cultura popular que es católica sobrevivirá, al menos durante muchos años.
Enrique Gómez Gonzalvo 25/12/2020 Referencia 331