
¿Por qué la gran mayoría de los intelectuales del siglo XX, sobre todo por los años 30 abrazaron el marxismo en lugar de aceptar otras doctrinas a favor de la democracia, que eran más eficaces para combatir la pobreza y no quisieron ver las barbaridades que desde el primer momento cometía el régimen soviético?
Para todos ellos el capitalismo era el mayor de los males del universo y el socialismo, que se trata de una ideología que divide al mundo en progresistas y reaccionarios, de igual manera que los escolásticos lo dividían entre creyentes y herejes, era la solución. Casi todos fueron seducidos por esa utopía que parecía condenar a una muerte cierta a la democracia liberal y la economía de mercado y ofrecía una sociedad sin clases. No querían ver la realidad y algunos, cuando se dieron cuenta de las atrocidades del régimen soviético optaron por el maoísmo.
Otros coquetearon con fórmulas totalitarias, con «cirujanos de hierro», como Joaquín Costa. Algunos como Dostoyeski, el autor de Crimen y Castigo y de los hermanos Karamazov, legitimaron el terrorismo y convirtieron en héroes a genocidas y otros como Nietzsche, con la idea del superhombre fueron los inspiradores del nazismo, responsable de la Segunda Guerra Mundial.
Pero nadie como Marx que con su doctrina, el marxismo, fue el inspirador del socialismo y del comunismo, que causaron más 100 millones de muertos durante el siglo XX o como Lenin, al que se ha querido apartar de su responsabilidad por su condición de intelectual, pero que fue tan asesino como Stalin o Hitler.
Afortunadamente hubo excepciones como Jean-François Revel o Mario Vargas Llosa que dijeron que no se puede rehacer el mundo a partir de un proyecto teórico. Que no se pueden cambiar las leyes que vayan contra el derecho natural, la libertad individual y la desigualdad personal. Que así como no se puede derogar la ley de la gravedad, tampoco se puede impedir el libre juego de la oferta y la demanda en las transacciones económicas. O como dijeron los padres dominicos y jesuitas de Escuela de Salamanca durante nuestro Siglo de Oro, el precio del café solo lo sabe Dios, nosotros nos tenemos que conformar con lo que diga el mercado.
Enrique Gómez Gonzalvo 3/12/2020 Referencia 355