MOMENTOS FELICES

                              

 La felicidad está muy sobrevalorada y cada vez nos empeñamos más en ser felices. Sin embargo, no hemos nacido para eso sino para sobrevivir, como individuos y como especie en un medio hostil como es nuestro planeta.

Los neurocientíficos   afirman  que existen una serie de actividades en nuestra vida diaria que activan los llamados circuitos de recompensa  en nuestro cerebro y nos proporcionan momentos placenteros.  Estas  actividades tampoco  han sido diseñadas para proporcionarnos felicidad sino para favorecer nuestra supervivencia y están relacionadas con la alimentación, el sexo y las relaciones sociales.

Entre los alimentos, los preferidos  son los azúcares, las grasas y la sal. Por eso a la mayoría de la gente  le gusta el chocolate, el queso, la carne y las patatas fritas.  La atracción sexual entre el hombre y la mujer es tan fuerte y poderosa  que nos impulsa a buscar pareja y a cuidar al hijo de  tan larga infancia.

Los circuitos de recompensa o del placer también se activan enormemente con  las relaciones sociales, no solo con los seres humanos con los que estamos conectados con vínculos humanos profundos, sino con los vecinos, con los compañeros de trabajo,  con la gente a la que vemos  diariamente.

También  la generosidad, el  portarnos bien con nuestros semejantes, el altruismo,  que favorecen la cohesión del grupo y son  básicas para la supervivencia, activan los circuitos de recompensa. El neurólogo Antonio Dalmasio afirma que si somos humanos es, en buena medida, porque nuestros ancestros aprendieron a compartir su comida y sus habilidades.

Pero no sólo la comida, el  sexo y  las relaciones sociales activan el botón del placer.  Hay otras acciones capaces también de poner en marcha estos circuitos, por ejemplo, las recompensas impredecibles,  de ahí que nos encanten los juegos de azar, jugar y arriesgar, aunque no ganemos al final.  También la meditación, bailar e incluso rezar  son capaces de generarnos sensaciones muy agradables. El deporte,  además de mejorar las funciones del sistema cardio circulatorio, respiratorio, inmunitario y endocrino, produce cierta euforia.

También las sustancias psicoactivas, como la heroína, la cocaína, la nicotina,  el alcohol o el cannabis, producen cierto placer,  pero comportan un riesgo grave de adicción.  Por cierto  que es preocupante,  ahora que los jóvenes están concienciados del  peligro del tabaco y del alcohol,  ese discurso generalizado de que el cannabis es natural y tranquiliza, cuando no es una sustancia que precisamente mejore la ansiedad, sino que la empeora y  aumenta a medio plazo el riesgo de trastornos psiquiátricos.

Tambien produce bienestar tener un proyecto en la vida. Vivir el presente, lo que no es fácil porque los seres humanos siempre estamos recordando el pasado o imaginando escenarios futuros y nos olvidamos del momento actual. En cuanto al dinero, cuando están cubiertas las necesidades básicas,  no influye mucho en el bienestar y en la felicidad.

Por lo que se refiere a la edad,  la felicidad tiene forma de “U” siendo los picos de máxima felicidad los 24 y los 60 años.

En cuanto a la religiosidad, la  neurociencia ha demostrado en  diversos estudios  que las personas que tienen fe, sea cual sea la religión, viven más y mejor. Es por eso que la gente siempre ha buscado alivio de sus sufrimientos en la religión.

No obstante el  30 % del grado de felicidad de nuestra vida  depende de nuestro componente genético.

Queridos lectores ¡Multipliquen los momentos felices!

       Enrique Gómez Gonzalvo  24/11/2020 Referencia 557


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