
La historia de España es la historia de los españoles e incluye hechos que son maravillosos y otros penosos. Según Roca Varela, uno de los más nefastos ha sido el comportamiento de nuestras élites intelectuales y políticas en los últimos 300 años.
A esas élites se debió la decadencia de lo siglo XVIII y XIX y no al pueblo español, al que se levanta por la mañana para ir a trabajar, que es buena gente y muy competente.
Aunque habíamos construido un imperio de larguísima duración, lo que constituye una anomalía en la historia y España brilló en los terrenos del pensamiento, del arte, de la literatura y es uno de los países mejores de la actual Unión Europea, nuestras élites intelectuales se creyeron las mentiras de la Leyenda Negra que había surgido en Italia en el siglo XVI.
Inicialmente se trataba de desacreditar nuestros episodios históricos, fundamentalmente la conquista y colonización de América, la Reconquista, la Inquisición y la expulsión de los judíos. Más tarde, en el siglo XVIII se difundió la idea que éramos ignorantes e inútiles para la ciencia y en el siglo XIX también para la economía.
El problema se agudizó con la llegada a España de la dinastía de los Borbones, la que había sido la gran promotora de la hispanofobia en Europa y la mayor enemiga de la dinastía anterior. Luis XIV, que reinó 73 años en Francia y cuyas guerras fueron siempre contra los Habsburgo, colocó a su sobrino en el trono de España y trató de convertirla en una especie de provincia acomplejada. Todo lo que perjudicaba a España favorecía a Francia. Esta situación se prolongó hasta la Restauración.
Aunque nosotros seguíamos siendo un gran país. Aunque tras nuestra llegada a América en 1492, en 50 años conquistamos, colonizamos y evangelizamos un territorio de más de 15 millones de kilómetros cuadrados. Aunque en el campo artístico disponemos del mayor acervo del mundo y el museo del Prado es superior al Louvre y en lo cultural lo único que puede superar al Quijote es, si acaso, la Divina Comedia. Aunque en el campo del pensamiento, con la Escuela de Salamanca adelantándonos a la Ilustración, por primera vez en el mundo se defendió la dignidad de la persona, la libertad y la propiedad, incubamos el liberalismo y pusimos las bases de la ciencia económica. Aunque todo esto es verdad, se difundió entre nuestras élites políticas e intelectuales la idea que Europa y especialmente Francia eran un lugar extraordinario y España una anomalía en la Civilización Occidental con una historia desastrosa de atraso y oscuridad de la que había que avergonzarse. Más tarde, con el casticismo, se llegó a pensar que España tenía un núcleo profundo (castizo) que era moralmente inferior al de otros países de su entorno.
Cuando adoptaron este discurso los intelectuales, dice Roca Varela, ellos no se consideraron España sino fuera de España. No se hicieron responsables del fracaso nacional porque lo habían denunciado constantemente y a la vez se arrogaban una posición de superioridad sobre el país.
Y ese discurso continuó con los ilustrados, los hijos de los ilustrados, los nietos de los ilustrados, con la Generación del 98 y llega hasta hoy con Arturo Pérez-Reverte Reverte, tras la desgraciada frase de Ortega “España es el problema y Europa la solución”.
Y así hay una extraña alcaldesa en Barcelona, Ada Colau que arremetió hace unos días contra nuestra fiesta nacional del 12 de Octubre, Día de la Hispanidad, tachando su celebración como la conmemoración de «un genocidio» y un no menos extraño alcalde de Cádiz, José María, apodado el Kichi que ha dicho que «nunca descubrimos América, masacramos y sometimos un continente y sus culturas en nombre de Dios».
Enrique Gómez Gonzalvo 28/10/2020 Referencia 508