
Este es el objetivo de los comunistas, de los partidos de izquierda y de las fuerzas progresistas internacionales: la descristianización de Europa.
Viene de aquellos revolucionarios franceses que intentaron cumplir el deseo de Rousseau y Diderot de extirpar el Cristianismo y sustituirlo por una religión civil al servicio del Estado, cambiando el «gracias a Dios» por «gracias a la naturaleza».
Se trataba de conseguir una sociedad completamente secularizada en la que la iglesia sería poco más que una asociación con fines caritativos y asistenciales vagamente relacionada con la espiritualidad. Una especie de ONG con unos sacerdotes que apenas se diferenciarían de un empleado pongamos de banca y un papa con pantalón vaquero conduciendo un coche viejo por las calles de la Ciudad Eterna. Se podría llegar a esta situación si el papa Francisco continuara con la “modernización” de la Iglesia.
A la vez que la laicización se protege la religión islámica a pesar de su carácter violento. Esta protección es especialmente llamativa en España. En varias comunidades autónomas, como Andalucía, Madrid, Comunidad Valenciana y ahora en Baleares, se imparte la religión musulmana en colegios públicos. Con el tiempo la Seguridad Social financiará la ablación del clítoris y el velo entrará en las escuelas.
Para el progre la religión islámica es un tesoro del que los españoles nos vimos privados por culpa de los Reyes Católicos, esa pareja de franquistas, como atestigua su escudo, con el yugo y las flechas.
También el budismo, que aunque en Oriente pierde terreno, en Occidente un pequeño porcentaje lo toma en serio, si bien de una forma tan occidentalizada que lo convierte en irreconocible para los asiáticos.
En España la jerarquía eclesiástica es la que más ayuda al abandono de la práctica religiosa. Ha renegado de Franco a pesar que salvó a la Iglesia y a los católicos durante la Guerra Civil.
Sin embargo, el que las iglesias estén vacías, no quiere decir que se haya producido un cambio profundo en nuestra civilización porque individualmente se puede ser ateo, agnóstico o no practicante, pero tanto España como Europa y América son sociológicamente católicas. Las ideas del bien y del mal, de la familia, de la piedad, de la caridad, de ayudar a los débiles, a los que no pueden defenderse, etc. están tan ancladas en nuestra tradición que, probablemente sobrevivirán durante mucho tiempo.
A largo plazo Europa, si no se quiere suicidar, no puede renegar de sus raíces cristianas, no puede hacer desaparecer el sentimiento religioso en las manifestaciones culturales, no puede situar a todas las religiones en el mismo status, no puede separar la religión de lo público, reservándola solamente a lo privado. No se pueden olvidar los 2.000 años de civilización judeocristiana Si se hace, Europa desaparecerá como entidad diferenciada.
Enrique Gómez Gonzalvo 1/10/2020 Referencia 322