El cerebro, con sus 87 mil millones de neuronas, casi tantas como estrellas tiene nuestra galaxia y con 7.000 conexiones sinápticas cada una de ellas, es el órgano más complejo del universo. Esas células interconectadas forman los circuitos neuronales que son el sustrato anatómico de las funciones del sistema nervioso. Así, cuando tenemos hambre se activan los circuitos cerebrales que nos impulsan a buscar alimento y cuando tenemos sed los que nos impulsan a buscar líquido y cuando estamos solos los que nos empujan a buscar compañía. La principal función de nuestro cerebro, como el de todos los seres vivos, es adaptarse al entorno.
Tenemos el cerebro de los simios, pero se ha ido modificado durante los últimos 2,5 millones de años, de manera que funciona cada vez mejor. Hace solo 100.000 años apareció el proto lenguaje, hace 40.000 el arte y solo hace 6.000 la escritura.
Todo lo hacemos con el cerebro, desde respirar hasta resolver los problemas matemáticos más complejos. Como diría el Dr. Facundo Manes somos cerebro con patas. Si tenemos un trasplantado de corazón y sobrevive seguiría haciendo lo mismo, pero si tenemos una pequeña lesión en el cerebro podemos perder la memoria, el lenguaje e incluso cambiar nuestra personalidad, y entonces variaría nuestra identidad, es decir, que ya no seriamos nosotros.
Este es el caso de Phineas Gage que trabajando en la construcción del ferrocarril en Vermont (Estados Unidos), una varilla de hierro, como si fuera un proyectil, le entró por debajo del pómulo izquierdo pasó por detrás del ojo y le salió por la mitad de la frente. Se le curó la herida local y pudo trabajar, hablar y caminar. Parecía estar bien, pero él había cambiado. Antes del accidente era una persona agradable, simpática y cariñosa. Después se volvió grosero, irritable, de mal carácter. Los amigos dijeron que “Gage ya no era Gage” ¿Que pasó? que la parte del cerebro responsable del habla y de las funciones motoras se salvó. Se dañó la parte responsable de la toma de decisiones y del procesamiento de las emociones.
Nos preocupamos más de cuidar nuestro sistema cardiovascular, pero menos hablamos de nuestro cerebro, siendo que es el órgano más importante para la vida y el que más energía consume. Con el 2 % del peso corporal consume el 20 % de la energía total.
Las medidas para ayudar al cerebro a mantenerse en forma y evitar dañar sus complejos y sutiles engranajes, en general, son las mismas que para proteger el corazón, de forma que todo que va bien al corazón va bien al cerebro.
Hay que procurar cuidar la tensión arterial, la glucosa en sangre, el colesterol, evitar el sobrepeso, no fumar, tomar alcohol de forma moderada. La comida ha de ser rica en vegetales, pescados y sobre todo con omega 3.
Es importante evitar el estrés, que es la respuesta del cerebro ante el aumento de la demanda de su actividad. Hacer vida social. El ejercicio físico estimula las conexiones neuronales. Se ha demostrado que el hipocampo, zona clave para la memoria, a partir de los 65 años se atrofia a ritmo del 1% anual, lo que se puede evitar en parte con la actividad física diaria.
Mantener la actividad cerebral es imprescindible, pues las inquietudes intelectuales aumentan las conexiones neuronales. No jubilarse en lo que a uno le gusta y también aprender cosas nuevas. Es importante dormir 7-8 horas diarias. Hemos perdido una hora de sueño en las últimas décadas.
Todo esto, además de renovar las conexiones neuronales, nos ayudará a retrasar el Alzheimer, la enfermedad neuronal que se caracteriza por la muerte de células nerviosas y la atrofia de ciertas zonas del cerebro.
Enrique Gómez Gonzalvo 27/08/2020 Referencia 531