El casticismo fue un movimiento social e ideológico que surgió en España en el siglo XIX coincidiendo con nuestra decadencia, en defensa de muestras tradiciones y de nuestro pasado glorioso. Fue el producto de la reacción ante el afrancesamiento de las élites que imitaban modas, comportamientos y costumbres de la nación vecina.
Era la época del romanticismo en la que se despertó en Europa un interés por los hombres y las tierras de España. Nuestro país se convirtió en el destino de numerosos escritores, viajeros románticos como Víctor Hugo o Merimé, que venían a conocer, no la España real con su pasado glorioso sino la que ellos se habían forjado.
Todos esos viajeros dieron una visión falsa de España caricaturizándola como un país exótico, amante del pasado con sus toques orientales por su herencia mora. Un país en decadencia, próximo a África, casi en estado de barbarie. Era el país de la siesta, la guitarra, la pandereta, el flamenco, los toros. También el de la Inquisición, la intolerancia y las supersticiones. Era el país de Carmen la de Ronda, gitana, joven, atractiva, apasionada, sensual, pero con la navaja en la liga.
La describían como un país que conserva sus costumbres y tradiciones, que no se ha modernizado como el resto de los europeos. Para ellos los españoles eran bárbaros, intolerantes, un pueblo anómalo en la historia de Europa, que habían destruido culturas indígenas en América.
Esta visión de una España atrasada, poblada por ignorantes e incapacitados para la ciencia y la exaltación de una Europa triunfante, era radicalmente falsa. Cuando hablaban de fanatismo religioso no decían que en Inglaterra se habían producido más muertos por la religión que en España. Cuando hablaban del imperio español en América podían preguntarse donde están ahora los aborígenes de los Estados Unidos. Parece que solo se habían expulsado a los judíos en España. Difundieron la idea de que éramos ignorantes y que estábamos incapacitados para la ciencia.
Lo peor es que esta visión negativa que de nosotros tenían nuestros enemigos, nos la llegamos a creer. Pensamos que España era peor que otros países europeos, lo que no es verdad. Y los que más se creyeron las mentiras de la Leyenda Negra fue la élite intelectual, la llamada Generación del 98 que reescribió toda la historia de España. Unamuno fue el único que reaccionó ante este disparate y afirmó que Europa no era la solución para nada.
Todos interpretaron la historia de una forma totalmente equivocada. Valle Inclán escribió en Luces de Bohemia que España era una deformación grotesca de la civilización occidental. Posteriormente Ortega y Gasset creyó la leyenda que España había sido invadida por los últimos visigodos que habían degenerado y perdido la fuerza y el vigor propio de su raza.
Todo esto es una forma de racismo, pero al revés, contra nosotros mismos. Es asumir que algo llevamos en nuestros genes que está mal y somos moralmente inferiores a los países de nuestro entorno. Es la estúpida frase de “España es diferente” que se adoptó como eslogan durante el franquismo, aunque fue en un sentido folclórico.
Ese complejo de inferioridad no se ha podido superar hasta el día de hoy, pero la realidad es que España es un país mejor que la mayoría de los países de la Unión Europea.
Enrique Gómez Gonzalvo /02/08/ 2020 Referencia 268