Tiene razón la escritora Madame de Staeël cuando afirma que el gran mito del liberalismo ni surgió en Inglaterra ni lo inventó John Locke.
Según el historiador Ángel Fernández, los españoles debemos sentirnos orgullosos de haber sido los precursores, mediante la Escuela de Salamanca a mediados del siglo XVI, de las ideas que traerían la democracia moderna y la economía política de corte científico que han producido las grandes transformaciones progresistas de la historia de la humanidad.
Fue durante el Siglo de Oro español, que lo fue no solo en las letras y en las artes sino también en filosofía, en derecho y en economía, cuando los escolásticos dominicos y jesuitas de la Universidad de Salamanca, sobre todo Francisco de Vitoria, Juan de Mariana y Francisco Suárez, sentaron las bases del pensamiento liberal contemporáneo. Varios siglos después vendría el desarrollo del sistema capitalista.
Coincidiendo con los grandes movimientos migratorios de la población europea hacia el Nuevo Mundo y con el extraordinario aumento del transporte marítimo y del comercio internacional, ellos fueron los primeros que hablaron del respeto de los derechos humanos, de la defensa de la propiedad privada, de la libertad, de la igualdad ante la ley, del mercado, del comercio pacífico, de poner límites al poder político e incluso Juan de Mariana defendió el tiranicidio como respuesta al totalitarismo.
Estas ideas inicialmente olvidadas fueron recogidas y desarrolladas por Descartes, Espinosa, Hobbies, Locke y sus seguidores, aunque sin citar su origen, quizá porque muchos de ellos eran protestantes, el Imperio español estaba en decadencia y por la aparición y extensión de la Leyenda Negra sobre España. Pero ellos fueron los verdaderos precursores de la escuela Austriaca.
Contrasta este olvido de nuestra aportación a la libertad de la época moderna con la mitificación y exaltación de la Revolución francesa que fracasó totalmente. No ha habido en la historia suceso más irónico que una revolución burguesa coronada por un emperador y que se limitó a cambiar el débil despotismo de Luis XVI por la dictadura imperial de Napoleón.
También quedó casi olvidada nuestra Constitución de Cádiz de 1812 y como si hubiera sido una cosa importada de Francia. Pero la igualdad ante la ley, la supresión de los privilegios, el que todos los ciudadanos tengan acceso a la salud, a la educación y a la posibilidad de mejorar su nivel de vida no lo propugnó el socialismo. Lo recogió nuestra Constitución hace más de 200 años que es la tercera del mundo, después de la americana que es la primera y de la Convención con la Declaración de los derechos humanos y de los ciudadanos, que es la parte buena de la Revolución Francesa.
España fue también pionera en los grandes descubrimientos geográficos de lo siglos XV y XVI. Además del descubrimiento de América de 1492 y de la circunnavegación del planeta en 1521, realizó muchos más viajes exploratorios. Esto no hubiera sido posible sin los grandes avances que se produjeron en las ciencias, en las matemáticas, en la astronomía, en las técnicas de navegación, siendo España pionera en diversas facetas, como por ejemplo en el Calendario Gregoriano, que midió el ciclo anual quedando la vuelta completa de la tierra alrededor del Sol en 365 días, 5 horas, 49 minutos y 16 segundos y cuyos cálculos se basaron en gran parte en las Tablas de Alfonso X el Sabio (1221-1284).
Nuestro liberalismo no siguió adelante porque coincidió con los peores reyes de nuestra historia y porque para el pueblo llano, el antiguo régimen había traído estabilidad mientras que el nuevo régimen se acompañó de enfrentamiento y guerras civiles.
. Enrique Gómez Gonzalvo Terminado 15/07/2020 Referencia 267