Los intelectuales en general han visto siempre la democracia como un sistema mediocre que no tenía la belleza, la perfección y la coherencia de las grandes ideologías. Esto es así desde Platón. Ellos creen en la utopía y, nada menos, en la creación del hombre nuevo.
Decía George Orwell que los intelectuales son más propensos que la gente común a apoyar el totalitarismo y esto es lo que nos enseña la historia, sin que esta ceguera sea incompatible con una gran inteligencia. Heidegger, quizá el filósofo más grande de la modernidad, ¿cómo pudo ser nazi? Sartre, el filósofo francés más inteligente del siglo XX, convivió con los nazis y apoyó la Revolución Cultural china.
Por lo que respecta a España, el fascismo, la ideología de moda en Europa, tuvo entre nosotros pocos adeptos. Tampoco el comunismo tuvo mucho predicamento entre nuestros pensadores y filósofos.
No es verdad que los intelectuales españoles se pusieran al lado de la República tras el estallido de la
Guerra civil. Casi todos intelectuales maduros y consagrados se mantuvieron alejados de los extremismos. Solo entre los jóvenes un grupo no muy numeroso se alineó con el Frente Popular y otro defendió la sublevación de Franco.
Tras la deriva revolucionaria en la zona republicana muchos intelectuales de izquierda abandonaron la España republicana, algunos simplemente por el miedo a perder la vida.
No aceptaron la ocupación de fincas, la quema de iglesias al grito de “contra el fascismo”, los actos violentos contra los partidos de derecha y la religión católica., además de la entrega de armas a las organizaciones izquierdistas.
Al final de la guerra casi todos tuvieron que optar por uno de los bandos. Andrés Trapiello, en Las armas y las letras, dice que los intelectuales optaron como el resto de los españoles casi al 50 % en las simpatías por cada bando aunque en la mayoría de ellos no había una fuerte carga ideológica.
El más característico de todos los intelectuales de aquella época, quizá fuera Miguel de Unamuno. El paladín del nacionalismo español y el máximo pensador de la Generación del 98, tuvo una posición cambiante. Militante del Partido Socialista en su juventud, según sus propias palabras, cuantos más años cumplía, más liberal se volvía y más enérgico detractor del nacionalismo vasco.
Fue uno de los pocos opositores a la dictadura de Primo de Rivera, que le valió el exilio en Canarias y contribuyó a la caída de la Monarquía y a la proclamación de la República. Apoyó la sublevación del 18 de julio, pero muy poco tiempo después se mostró airadamente en contra del alzamiento del general que, en su célebre enfrentamiento con Millán Astray, pronunció la célebre frase «venceréis, pero no convenceréis»
Murió poco después, olvidado por unos y por otros, tras una vida de continuos enfrentamientos. Su ataúd fue llevado por varios falangistas.
Enrique Gómez Gonzalvo 24/06/2020 Referencia 259