La catalepsia, extremadamente rara, es un estado en el que el paciente parece que está muerto, todas las funciones vitales son sumamente débiles, el pulso y los latidos cardiacos indetectables, pero puede ser consciente de todo lo que sucede a su alrededor, aunque sea incapaz de responder. No se trata de una enfermedad sino de un síntoma que puede aparecer en muchas enfermedades, como en la enfermedad de Parkinson, la epilepsia, la esquizofrenia catatónica, la abstinencia a la cocaína, en la depresión, tras un choque emocional, en la intoxicación por fármacos, etc. La duración de ese “sueño profundo”, de esa “muerte aparente” depende de la causa que lo origina. Algunos enfermos pueden estar años sin apenas moverse ni hablar y si la situación es producida por altas dosis de fármacos se puede resolver en unas horas.
En el año 2011 un sexagenario surafricano se despertó en la cámara frigorífica de la morgue y pidió ayuda; su familia lo había dado por muerto tras sufrir un ataque de asma y, sin certificado de defunción, llamó a la funeraria. En 2012 una china de 95 años que habría sufrido un fuerte golpe en la cabeza, salió del ataúd por su propio pie durante el velatorio. En enero de hace siete años dieron por muerto a un preso en la celda de la cárcel donde cumplía condena en Asturias. Lo introdujeron en una bolsa y los servicios funerarios lo trasladaron al Instituto de Medicina Legal de Oviedo. La sorpresa fue mayúscula cuando horas después recobró el conocimiento en el depósito de cadáveres, en el que permanecía pendiente a que los médicos forenses le practicasen la autopsia.
Los medios de comunicación ante estos procesos piensan en catalepsia, pero posiblemente los tres sucesos anteriores no tengan ninguna semejanza. En el caso del preso asturiano, Gonzalo Montoya, el enmascaramiento de los signos vitales pudo deberse a una sobredosis de barbitúricos que produjera también un descenso de la temperatura corporal. Los barbitúricos son medicamentos que se utilizan para inducir el coma, como cuando es necesario realizar una intervención quirúrgica en el cerebro y es preciso reducir al máximo los daños en este órgano.
Diferente a la catalepsia es el sueño muy profundo que se produce en algunos pacientes epilépticos tras sufrir una crisis convulsiva, pero no hay noticias de que nadie haya sido enterrado vivo por este motivo.
La muerte solo se produce cuando hay un cese definitivo de las funciones vitales, cardiacas y respiratorias. Sin embargo, a veces latidos cardiacos muy débiles pueden pasar desapercibidos incluso a la auscultación y, para tener la certeza de la defunción, hay que acudir al electrocardiograma mediante un aparato portátil del que están dotadas todas las ambulaciones. El diagnóstico de muerte cierta ya es definitivo.
Enrique Gómez Gnzalvo 14 /6/2020 Referencia 364