Es falsa la idea romántica de que Lenin fue un líder bueno que soñaba con un mundo mejor para todos y que Stalin fue el que lo echó todo a perder.
Lenin, el nombre de guerra con el que ha pasado a la historia, era un delincuente, un agitador y un revolucionario que estuvo preso en Siberia y exiliado en Suiza y Bélgica.
Se trataba de una persona vil, desposeída de empatía y de una gran crueldad que buscó la conquista del poder a toda costa. Su modelo fue Robespierre, el líder del terror de la Revolución Francesa.
Como diría el castizo ya “apuntaba maneras” cuando era joven y todavía no se había convertido en el asesino de masas que terminó siendo. Ante una hambruna que se produjo en tiempos de los zares, hubo movimiento de universitarios para ir al campo y ayudar a los campesinos. Lenin se negó, dijo que cuanto peor mejor, cuantos más murieran más fácil sería que el pueblo terminara rebelándose.
Todo comenzó con el viaje a San Petersburgo en el tren blindado que le organizaron los alemanes, para que se pusiera al frente del golpe de Estado que estaba preparando el Partido bolchevique y que debilitaría al enemigo. Así nació el Estado soviético, no mediante una revolución, pues es un mito que la clase trabajadora rusa, obreros y campesinos en un movimiento espontáneo y acéfalo se lanzaran a la conquista del poder.
El programa de Lenin se reducía a paz, pan, tierra y libertad. Es decir, tomaremos el poder y después ya veremos.
Bakunin adivinó sus intenciones. Dijo que poner en práctica el marxismo no conduciría a una dictadura transitoria sino crónica y que dotar de poder al más ferviente revolucionario, en menos de un año aventajaría en despotismo al propio zar.
La primera medida fue un tratado de paz con Alemania, el 3 de marzo de 1918, por el que Rusia perdió una cuarta parte de su territorio. Seguidamente estableció la cheka, la policía política, el 7 de diciembre de 1917.
A continuación creo el Ejército rojo y desencadenó la guerra civil para pasar de Rusia a la URRS y en la que murieron 1,5 millones de personas.
Su objetivo era imponerla dictadura del proletariado, que entonces apenas llegaba al 2 %. El 95 % de la oblación eran campesinos, antiguos siervos que habían sido liberados por el zar Alejandro II en 1861.
Aparte de los fallecidos en la guerra civil, se le considera responsable de 5 millones de rusos fallecidos por la hambruna provocada por fines políticos
Enrique Gómez Gonzalvo, 03/06/2020 Referencia 253
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