La idea del yo, como la dualidad cuerpo alma, la espiritualidad, la libertad, la conciencia, la realidad exterior, la felicidad, etc. son temas que antes estaban reservados a la filosofía o la teología aunque no resolvían nada. Ahora, que pertenecen al campo de la Neurología, se va viendo la luz a medida que vamos conociendo el funcionamiento de nuestro cerebro.
Con respecto al “yo”, todos tenemos la impresión subjetiva que existe algo en nuestro cerebro, como si fuera un hombrecillo, que después de recibir informaciones de nuestros sentidos y de los procesos mentales de las diversas partes del cerebro, recapacita, tomas las decisiones y ordena ejecutarlas. Algo así como el despacho oval de la Casa Blanca. Neurocientíficos como el Dr. Rubia nos dicen que ese hombrecillo no existe, que no es ni siquiera una hipótesis científica, que no hay ningún lugar en el cerebro donde pueda localizarse, que el “yo” es una construcción cerebral, una “ilusión”.
En el cerebro no hay más que millones de células, las neuronas, unidas entre si por unas sinapsis, que se transmiten la información por medio de unas moléculas que se llaman neurotransmisores, por ejemplo la dopamina (que aumenta la religiosidad) o la serotonina (que interviene en la sexualidad), etc. Todo en él es materia que obedece a las leyes de la naturaleza como el resto del universo, pues como diría Einstein, el cerebro no iba a ser una excepción. Así, las enfermedades mentales, que antes se llamaban ‘anímicas’, hoy se sabe que tienen una base neurobiológica cerebral.
El yo es, según los neurocientíficos, una construcción cerebral ilusoria que aísla al sujeto de su entorno haciéndole creer que dispone de una autonomía que no es real. La palabra “ilusoria” no quiere decir que el yo no existe, existe pero como producto de la actividad cerebral que genera esa ilusión en su propio beneficio. Cuando nos despertamos por la mañana vuelven al cerebro los recuerdos del día anterior y los planes para el futuro, así nos convertimos en esa persona que identificamos con la palabra “yo”. De manera que el cerebro construye un modelo del mundo exterior que le permita interpretar y predecir el futuro para anticipar nuestra conducta y asegurar la supervivencia.
La hipótesis de la existencia de un ente inmaterial que controlaría las funciones de las neuronas no puede explicar como un ente inmaterial puede mover la materia cerebral sin tener energía porque eso contradice las leyes de la termodinámica. Esta hipótesis no es científica porque no es confirmable y no existe ningún lugar en el cerebro en el que se pueda localizar. Ocurre como con la existencia de Dios, la creencia en seres inmateriales pertenece a otro mundo, el de la religión, en el que la ciencia no puede entrar.
La filosofía hindú hace 3000 años decía lo mismo, que el «yo» era un engaño, una ilusión.
Enrique Gómez Gonzalvo 16/05/2020 Referencia 384