En el siglo XVII como ocurre ahora con los Estados Unidos, lo español estaba de moda porque era el país más poderoso del mundo. Y así como contra los Estados Unidos ha surgido el antiamericanismo, contra España se fue fraguando por parte de nuestros enemigos de entonces, Holanda, Inglaterra y Francia fundamentalmente lo que se conoce con el nombre de Leyenda Negra, que consiste básicamente en pintar de color rosa la historia de esos países y de color negro la nuestra.
Nos acusan fundamentalmente de haber destruido la civilización islámica que en el 711 se estableció en nuestro país, de haber expulsado a los judíos que junto con los moriscos eran los que creaban riqueza en aquella sociedad, de fundar la Inquisición española que evitó la entrada del protestantismo reformista y de exterminar la población indígena de todo el continente americano.
Presentan a España como un país atrasado y arcaico y a los españoles incapacitados para la filosofía y la ciencia.
La tragedia no está ahí, sino en el hecho de que así como los americanos creen que su nación es la mejor sociedad que ha existido en la historia de la humanidad, nosotros nos hemos creído esa historia falsificada y, lo que es peor, nos la seguimos creyendo.
La izquierda reniega de nuestra tradición católica, dice que España no ha existido nunca, habla de un estado plurinacional y admira a Europa especialmente a Alemania y su Reforma protestante.
Es intolerable que un español diga que “España es una mierda”. España fue una mierda en un momento dado como todos los países en determinadas épocas, como Alemania en 1945, como la Francia de la Revolución Francesa, como todos.
Al español que habla mal de España, se le podría preguntar ¿en qué país del mundo querrías que tu hija naciera, creciera y trabajara? ¿En Inglaterra, en China, o quizá en Nueva Zelanda?
A la leyenda negra y a los nacionalismos hay que combatirlos, no con disputas ideológicas sino con la enseñanza de la historia, porque los hechos no cambian con las ideologías.
La mitificación de Europa alcanzó su momento cumbre con Ortega y Gasset, que pasa por ser el mejor filósofo del siglo XX, con la estúpida frase “España es el problema y Europa la solución”
En Europa hay tantos problemas como en cualquier otra parte del mundo y ha estado ensangrentada con guerras atroces. Alemania, hasta el 1648 con el final de la Guerra de los Treinta Años era un país con unas instituciones tribiales y no alcanzó la unificación hasta finales del siglo XIX, mientras nosotros la conseguimos con los Reyes Católicos, más de 500 años antes.
No importa que España en el siglo XVI navegara por los 3 océanos tras los enormes avances en el arte de la navegación y en la astronomía que nos permitió establecer el calendario gregoriano cuando Inglaterra utilizaba el calendario juliano, ni que salvara a Europa de los turcos ni que fuera la primera nación que derrotó a Napoleón tras la insurrección del 2 de Mayo.
El luteranismo no fue la gran reforma del siglo XVI como decían los ilustrados de XVIII, sino que fue un retroceso, pues así como el catolicismo sitúa a la razón por encima de la fe, el protestantismo, sitúa la fe por encima de la razón.
En el catolicismo se limita la intervención del poder papal en los asuntos de Estado y éste es independiente del papa. En el protestantismo lejos de conseguir la separación Iglesia-Estado, el poder civil del eclesiástico, favorece el césaro papismo y el rey tiene potestad para imponer su religión a sus súbditos.
El luteranismo dividió a la Cristiandad frente al gran enemigo, los turcos, y si no hubiera sido por la civilización española que sirvió de parapeto, ahora en Berlín y en Viena se hablaría árabe.
Los ingleses de los siglos XVI y XVII e incluso en el XVIII pensaban que los negros eran inferiores y afirmaban que nunca existió una nación civilizada cuya tez no fuera blanca, por eso la mezcla racial era intolerable. En el imperio español la base era el mestizaje y apareció el mestizo o criollo, mientras disminuía la población de la metrópoli y de los aborígenes.
Habrá habido en nuestro fanatismo religioso y político pero no hubo racismo, cuando lo políticamente correcto en aquella Europa era no tener ni sangre judía ni mora.
Enrique Gómez Gonzalvo 13/05/2020 Referencia 299