No existe ningún tipo de sociedad en el mundo que haya prescindido del hecho religioso. También se de la circunstancia de que las tres grandes religiones, el cristianismo, el judaísmo y el islam tienen varias cosas en común: comparten la fe en un Dios creador, omnipotente e infinitamente sabio y bueno.
Las ideologías religiosas son más exitosas que las ideologías seculares como el nacionalismo, el socialismo, el comunismo, los animalistas, los ecologistas o el progresismo. Será por eso que algunas de esas ideologías, al no haber democracia interna, adoptan muchos aspectos comunes de las religiones y, en algunos casos como ocurre con los partidos comunistas, se transforman en una especie de secta.
Así como el ingreso en la secta supone asumir su identidad y renunciar a tu propia personalidad a cambio de cobijo y protección, el ingreso en un partido comunista, supone que él piensa por ti y te da respuesta a todos tus interrogantes.
La universalización de la religiosidad, de la espiritualidad y de todo lo que se refiere a la trascendencia se debe a que tiene una base biológica, un componente genético, aunque en el caso de las religiones también sea muy importante el componente cultural. El que la religiosidad haya quedado fijada en la carga genética nos hace pensar que será porque ha aportado ventajas en el proceso evolutivo.
En el aspecto individual esas ventajas son evidentes. La religiosidad da sentido a la vida, disminuye el miedo a la muerte, atenúa el sufrimiento, suministra ilusiones que no delirios. Proporciona sentimientos de armonía interior, fortaleza ante las adversidades e incluso se producen recuperaciones más sólidas y rápidas en enfermedades e incluso e incluso en intervenciones quirúrgicas. Al producir mayor compasión por el sufrimiento ajeno, puede ser que la gente religiosa sea mejor. Esto es tan así que no es raro encontrar personas que confunden religiosidad con moralidad.
En el aspecto colectivo incrementa la cohesión social, promueve la adaptación a la autoridad. Según Darwin, al favorecer la supervivencia, las personas religiosas deberían dejar más descendencia, pues esto es la selección natural.
A pesar de los progresos de la biología y de la neurología y, aunque la ciencia va arrinconando a las religiones y hay un progresivo abandono de las prácticas religiosas, no hay signos que esté próxima su definitiva desaparición como se pronosticó. Esto es así porque la tendencia del ser humano a creer en dioses, en agentes sobrenaturales o que alguna parte de su mente, alma o espíritu vivirá después de su muerte, está tan arraigada que es frecuente oír a los familiares de los difuntos decirles “donde quiera que estés…”
La mayor parte de la gente es “dualista” les resulta fácil concebir la separación de la mente y el cuerpo. La muerte sigue siendo la fuente de donde beben todas las religiones, por lo que éstas no morirán o al menos no lo harán hasta que se supere el miedo a la muerte, a la oscuridad y a lo desconocido.
En una encuesta realizada en 1916 en los Estados Unidos entre los científicos, que son la gente más escéptica que hay, los que creían en un dios personal con el que se puede establecer contacto y del que se esperan respuestas, eran el 42 %. En 1996 había bajado solo al 39,3%, es decir, que casi no se había movido. En 1916 la máxima incredulidad estaba entre los biólogos y en 1996 entre los físicos y astrónomos.
Enrique Gómez Gonzalvo 28/04/2020 Referencia 228