
El catalanismo nace con la idea de que España es más cutre, pobre e intolerante y que si Cataluña no es más, es porque España no le deja. Ellos se consideran medios franceses, por cuyo país tienen una fascinación incomprensible.
No dicen que son superiores sino que son distintos, pues no hay nadie que se considere inferior que diga que es distinto. Si realmente estuvieran marginados pedirían la igualdad, porque éste es el sueño de toda comunidad que está marginada. Esto es el supremacismo.
El 27 de octubre de hace dos años los nacionalista proclamaron la República, a los 10 segundos y medio se arrepintieron, algunos huyeron o fueron a la cárcel y otros la siguen reivindicando. Han sobrepasado a Companys, que en el 34 proclamó, en el curso del golpe de Estado que dio el Partido Socialista en Asturias, la República catalana dentro de una República federal que no existía. Esto no era la independencia, su límite era el federalismo.
El empresario catalán Manuel Opazo señaló que «el gran problema no está en Cataluña, sino en el hecho que el Gobierno central está permitiendo y contribuyendo a que se desintegre la nación». Lo que se discute en Cataluña es el imperio de la ley. En el País Vasco cuando se metió en la cárcel a los asesinos y a la Mesa de Herri Batasuna, los etarras dejaron de matar. Sin la izquierda, el separatismo en España no tendría ninguna fuerza.
Todo comenzó el 22 de Febrero de 1916, cuando los 12 periódicos de Cataluña, todos subvencionados, publicaron un editorial conjunto, contra la sentencia del Tribuna Constitución que lo había declarado inconstitucional varios artículos del Estatuto de Cataluña .Había sido redactado por Juliana, el director de la Vanguardia y se titulaba “por la dignidad de Cataluña”. Mucho antes, en 1984, Pujol, que había dicho “ahora paciencia, después independencia”, fue declarado “español del año”, por el diario ABC. El comunista Manuel Vázquez Montalbán escribió que nadie en Cataluña dudaba que Pujol fuera honrado. Nadie quería ver el problema catalán.
Tenía razón Borrell cuando dijo que la política del ibuprofeno ha fracasado en Cataluña ya que el cáncer del separatismo no solamente no se ha curado, sino que se han producido metástasis en diversas regiones de España y se precisa una cirugía radical.
Boadella dice que como la mente de Cataluña es de secta, hay que desprogramar a los sectarios separatistas y esto requiere tiempo. Los sectarios son dos millones de catalanes que creen pueden fundar una república en Cataluña contra los 3 millones de catalanes y los 800.000 musulmanes que los llevaron porque, como no hablan español, aprenderían catalán.
La desprogramación a los sectarios será larga, puede durar años. Cataluña podrá ser administrada por catalanes, pero que no sean separatistas. Lo primero sería cortar el adoctrinamiento de las televisiones, anulando la concesión del Estado de las que no tengan un escrupuloso respeto por la Constitución.
Enrique Gómez Gonzalvo 01/09/2019 Referencia 393