La guerra de la Independencia tuvo unas consecuencias catastróficas para España. En el plano demográfico murieron 250.000 españoles y si añadimos los que no nacieron como consecuencia de la guerra y la hambruna producida por la falta de subsistencias la pérdida demográfica total sería de 350.000 personas para una población de 12 millones de habitantes.
La ruina económica fue total y España quedó devastada. Los ejércitos contendientes y las guerrillas se aprovisionaron sobre el terreno mediante requisas. La devastación y los robos diezmaron la producción agraria. El transporte de mercancías se paralizó, pues los bueyes, mulos, caballos y otros animales de tiro fueron incautados por los militares. No solo cayó la producción agrícola, hubo industrias que casi desparecieron como la textil lanera de Castilla ya que los rebaños de ovejas merinas sirvieron para alimentar a las tropas.
En 1815 la deuda estatal superaba los 12 000 millones de reales, cifra veinte veces superior a los ingresos anuales ordinarios.
A la rapiña de los franceses se unió la deslealtad de los ingleses. Los que vinieron a ayudarnos bombardearon, por orden de Wellington, la industria textil de Béjar que era competidora de la inglesa y destruyeron la real fábrica de porcelana del Buen Retiro en Madrid cuando ya los franceses habían evacuado la ciudad.
Se interrumpió el proceso de modernización que se había iniciado con la Ilustración. Algunos de estos ilustrados se afrancesaron y, tras la guerra, descalificados como traidores, tuvieron que marchar de España. Fue el primer exilio en nuestra historia contemporánea: se calcula que afectó a unas 12.000 familias
No pudo triunfar el liberalismo de las cortes de Cádiz porque el pueblo identificaba a los liberales con los invasores, con el anticlericalismo y la persecución de la Iglesia Católica con la Revolución francesa. Los que triunfaron fueron los defensores a ultranza de la monarquía absoluta, pero despojada de las ambiciones reformistas de finales del XVIII.
Entre 1808 y 1813 la guerrilla había arrastrado a miles de españoles, en una movilización sin precedentes, que resultó clave en la derrota de Napoleón. El levantamiento de esas partidas guerrilleras nos traería la idea de que la violencia podía ser el medio de resolver los conflictos. En las décadas siguientes, tanto absolutistas como liberales formaron partidas guerrilleras en sus disputas por el poder. El predominio político que alcanzaron los guerrilleros y los militares sería una de las causas del militarismo que marcaría la historia de todo el siglo XIX
Tras la ocupación francesa, comenzaron los procesos independentistas en Latinoamérica, que serían irreversibles. En 1814 se restableció el dominio español sobre buena parte de las colonias –no así en Argentina–, pero no se restauraron los nexos económicos, y además ya no sería duradero: una década después todas las colonias del continente americano se habían emancipado. Tal ruptura agravó la calamitosa situación de la economía. Las ulteriores luchas entre absolutistas y liberales se producirían en una situación de quiebra financiera y de marasmo económico y social.
Llo peor fue la imagen que nos forjamos de nosotros mismos. Nos veíamos como un pueblo inferior, reaccionario, al margen de la modernidad europea, lleno de curas carcas, que sentía a pesar de todo cierta fascinación por Europa y especialmente por Francia.
Enrique Gómez Gonzalvo, 16/08/2019 (Referencia 144)