Mucho más tarde que los españoles conquistaran y colonizaran América, grupos de campesinos ingleses se establecieron en el Norte del continente americano. Poco faltó para que no fallecieran todos, pero sobrevivieron, se unieron y formaron una nación que sería la primera democracia moderna y se convertiría en la primera potencia del mundo.
Cuando todos los países del mundo obedecían a un rey y su poder no se discutía porque era de origen divino, este grupo de colonos nombró a los gobernantes que cumplieron e hicieron cumplir las leyes que ellos mismos se dieron, la Constitución. El método funcionó allí, fue copiado por muchos países y también funcionó.
El 4 de julio de 1776 cuando las 13 colonias en rebelión contra la metrópoli (Gran Bretaña) reunidas en congreso, redactaron la Declaración de Independencia, el mundo no se dio cuenta que iba a surgir algo nuevo y grande. Fue el nacimiento de una nación, que por primera vez sería democrática desde su alumbramiento y con unos principios liberales, que eran nuevos para los sistemas políticos de Occidente Y todo ello sin asalto a la Bastilla, al Palacio de Invierno, sin guillotina, sin checa, sin campo de concentración, sin persecución de disidentes, sin sangre.
Tomás Jefferson, que había abandonado la religión, inspirándose en Locke y en las ideas del liberalismo inglés, fue quien redactó la Declaración de Independencia. Decía cosas tan sencillas como que todos los hombres hemos sido creados iguales, hemos sido provistos por nuestro Creador de ciertos derechos inalienables entre el ellos el derecho a la vida, a la libertad y a aspirar a conseguir la felicidad. Que los gobiernos solo pueden gobernar con el consentimiento de los gobernados. Que cualquier gobierno puede ser disuelto cuando deje de proteger los derechos de los gobernados. Que el poder reside en los ciudadanos que eligen a sus gobernantes a través del voto. Establece el derecho a disponer de propiedades, a la libertad de prensa, a la religión. Rechaza la noción de clases sociales, de funciones gubernamentales hereditarias. Establece la igualdad de todos los hombres ante la ley, la ausencia de derechos por nacimiento y la división de poderes. Solo le faltó la declaración de la abolición de la esclavitud.
Es la primera declaración de derechos humanos moderna de la historia y fue el antecedente directo de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano realizada 13 años más tarde durante la Revolución Francesa.
Alexis de Tocqueville, hace más de 150 años, marchó a EE UU a estudiar este sistema de gobierno y se dio cuenta, tras publicar la Democracia en América, que este sistema, el liberalismo democrático, se extendería por todo el mundo occidental.
Las naciones que han adoptado sus principios han sido más pacíficas, más prósperas y más libres. Las que adoptaron los principios de la Revolución Francesa, inspirada en Rousseau, evolucionaron hacia la tiranía: comunismo y fascismo.
Ellos creen que “son la mejor nación que ha existido en la historia del mundo” y probablemente tengan razón.
Lo que si es seguro es que si aquel grupo de granjeros no se hubiera establecido en el norte del continente americano, el mundo sería diferente y con toda seguridad peor. Sin ellos, Europa sería una granja soviética o un campo de concentración nazi.
Ello no quita para que los progres europeos hablen de EE UU como ese horrible, lamentable, asqueroso y opresor país, donde los pobres mueren a la puerta de los hospitales o se pasan las noches buscando en los contenedores de la basura. Y los sudamericanos, humillados por la brecha entre el inmenso poder de los EE UU y el atraso y la inestabilidad de sus países, en lugar de imitarlos en su sistema político, culpan al coloso norteamericano de todos sus males.
126 Enrique Gómez Gonzalvo. 27/07/2017 Referencia 126