Aunque faltaba más de un milenio para que se estableciera la democracia en España y en todo el mundo, si nos cabe el honor que las Cortes de León hayan sido el sistema parlamentario más antiguo en Europa, según ha reconocido documentalmente la UNESCO.
El primer intento de establecer la democracia en España no llegó hasta las Cortes de Cádiz, en 1813, que aprobaron la Constitución, la tercera en el mundo, tras la francesa y la americana. Esto supuso que la nación española asumiera la soberanía y liquidara el Antiguo Régimen de la monarquía absoluta. Y precisamente ocurrió cuando la mayor parte del ejército, de la nobleza y del clero decidieron rendirse ante el mayor ejército del mundo, el ejército invasor que venía con la guillotina y la diosa razón.
La labor de las cortes de Cádiz, como reacción ante el invasor fue admirable, pero la Constitución de 1812 fue inviable porque dio más poder al legislativo que al ejecutivo y los gobiernos no pudieron gobernar. Abolió la Inquisición y el maltrato físico en las escuelas, pero pronto volvió el absolutismo y, tras el trienio liberal, vinieron varias guerras civiles durante el resto del siglo XIX.
Con la Restauración de Cánovas se inició un régimen liberal conservador que inició una auténtica regeneración económica, cultural y social del país, pero no se llegó a una democracia completa como ocurrió en todos los países de aquella de época.
El gran error de la llamada Generación del 98 y posteriormente de la Agrupación al servicio de la República de Ortega y Gasset, Gregorio Marañón y Ramón Pérez de Ayala, fue despreciar el régimen de la Restauración y no haberse integrado en el mismo para corregirlo desde dentro, en lugar de sus escarceos republicanos.
La Segunda República no trajo la democracia. Comenzó con la quema de iglesias y conventos y el asesinato de religiosos. Continuó con la revolución bolchevique de Asturias, en la que se llegó a eliminar el dinero. Para sofocarla, tuvo que traer el gobierno de la República al general Franco de África.
Dos años más tarde, tras el asesinato del jefe de la oposición, José Calvo Sotelo, se produjo la sublevación de Franco, que estuvo plenamente justificada porque España estaba al borde de una dictadura comunista.
Finalmente, Franco murió en la cama, rodeado por el afecto de algunos y el temor de otros, porque no fueron capaces de derribar la dictadura. Basó su legitimidad para gobernar, no en haber ganado unas elecciones que debería convocado tras la pacificación del país, sino en haber ganado una guerra civil.
Enrique Gómez Gonzalvo 30/04/2019 Referencia 254