Hace 6 millones de años, en el valle del Rif, en la actual Tanzania, un homínido comenzó a evolucionar y hace 200.000 años se transformó en el Homo sapiens sapiens. Hace 100.000 años un grupo de unas 50 personas, acosadas por la agresividad climática y las epidemias, decidieron abandonar el continente africano en busca de lugares más amables para su supervivencia y desarrollo y se extendieron por toda la tierra.
En los albores del cristianismo aquellas 50 personas lograron convertirse, en todo el mundo, en el número récord de 200 millones, frente a los sólo 20 millones del mismo período que se reprodujeron a partir del millón de personas que permanecieron en el continente africano.
Actualmente África posee aproximadamente los mismos habitantes que Europa a pesar de ser cinco veces más grande. Las causas de la pobreza de los que permanecieron en el continente africano son múltiples.
Los progres la atribuyen a que estuvo sometida a una larga y paralizante colonización durante 75 años, sin embargo países que igualmente se independizaron por la misma época hoy están casi tan desarrollados como sus antiguas metrópolis.
Otros destacan los efectos perniciosos de la trata de esclavos que duró 400 años, hasta que se produjo la colonización por las potencias occidentales, que causó un empobrecimiento en lo más importante para el desarrollo económico: el capital humano.
Para otros, en cambio, lo más importante ha sido la dureza del clima por las altas temperaturas y los largos periodos de sequía, siendo especialmente severo al sur de Sáhara. Es un hecho empírico que los países más cercanos al Ecuador tienen niveles de renta per cápita más bajos que los de zonas más templadas. Este clima favorece la existencia de enfermedades endémicas como el paludismo.
Tampoco hay que olvidar la fragmentación étnica que ha producido un rosario de guerras interminables, iniciadas muchas de ellas por la ayuda de los países socialistas como Cuba y la antigua Unión Soviética en los años sesenta, para implantar el comunismo.
La causa principal quizá sean las instituciones. Confirma esta afirmación el hecho de que las democracias liberales son escasas y la norma son regímenes autoritarios y dictaduras camufladas bajo apariencias democráticas.
En el siglo pasado se proponían políticas de ayuda al desarrollo y no tuvieron a penas efectos beneficiosos. Ahora los Tramp en EE UU y los Pablo Iglesias y Le Pen en Europa, a la vez que quieren impedir la deslocalización de las industrias para no perjudicar a los trabajadores de sus países y van en contra de la globalización, piden “una tasa bancaria para transacciones internacionales destinadas a financiar la ayuda al desarrollo”.
Lo único que ha dado resultado han sido las reformas liberales que desde hace unos décadas se van introduciendo en algunos países, consiguiendo que el ingreso per cápita haya aumentado y la pobreza extrema haya disminuido, salvo en las zonas en guerra.
Enrique Gómez Gonzalvo 13/02/2019 Referencia 77