¿Se puede odiar a un muerto? Se puede. Los que odian a Franco lo hacen con una intensidad nada común pues el odio se ha prolongado más allá de su muerte.
Aunque no creamos en conjuras, embrujos, hechizos, encantamientos, sortilegios o magia, existe la costumbre en todas las civilizaciones y en todas las épocas de dejar a los muertos en paz y nos da miedo profanar sus tumbas. En los pueblos primitivos se decía que el descanso eterno se les deseaba para que las almas de los muertos no molestaran a los vivos y, en los llamados pueblos civilizados, continúa esa costumbre por razones éticas y estéticas.
¿Por qué odian a Franco? ¿Será porque defendió la República contra el golpe de Estado del 34 de Esquerra Republicana y del PSOE que querían imponer una dictadura comunista?
No. Franco. Terminó con la rebelión de Asturias porque fue nombrado para ello por el gobierno legítimo de don Alejandro Lerroux al ser era el mejor general que tenía la República.
¿Acaso cometió un crimen gigantesco contra el pueblo español, contra la libertad, la paz y el progreso?
No. Franco solo venció al comunismo. La rebelión que encabezó contra el Gobierno de la República, a la que le siguió la mitad del pueblo español, no solo estaba justificada sino es que era inevitable porque el gobierno estaba matando en sus casas a los jefes de la oposición parlamentaria.
¿Le odian porque era un dictador?
No es esa la razón porque a los comunistas les encantan las dictaduras.
Lo odian porque derrotó a los comunistas en la Guerra civil. Pero, el odio no es solo contra los comunistas, es contra la derecha pasada, presente y futura. Es contra la media España que era franquista y estuvo 3 ó 4 horas en la cola para rendirle homenaje a Franco tras su fallecimiento.
Y ahora, con los comunistas en el Gobierno, odian la Transición que nos trajo la democracia con elecciones libres y la división de poderes tras la amnistía promulgada por los hijos de los dos bandos de la Guerra. Por ella se les perdonaba todos los delitos que hubieran podido cometer y nos permitió la entrada en la Unión Europea.
Nadie en su sano juicio, vulnerando los derechos constitucionales, asaltaría la tumba de un político y militar español fallecido 40 años antes y lo enterraría en otro lugar como venganza por una derrota de hace 80 años.
Enrique Gómez Gonzalvo Gonzalvo 5/02/2019 Referencia 397