
El mayor problema de Europa no es el cambio climático sino el llamado invierno demográfico que se produce por la baja natalidad. Cuando esto ocurre, la población es incapaz de renovarse por lo que la extinción está asegurada. Si la tasa de fecundidad (número de nacidos vivos por mujer) continúa en 1,6 hijos por mujer, en el año 2050 Alemania, por ejemplo tendrá 85 millones de habitantes, la extinción de los europeos se producirá no mucho después del 2900 y en España y Rusia bastante antes.
Esta situación sólo se puede compensar, a corto plazo, recurriendo a la inmigración, pero se trata de una solución limitada, debido a que ninguna sociedad es capaz de asimilar a un número demasiado grande de extranjeros sin que surjan enormes tensiones por los cambios culturales y políticos de la sociedad. No debe ser tachado de alarmista, xenófobo o islamófobo el que diga que a Europa no le faltan muchas generaciones para convertirse en un continente con una porcentaje muy alto de población musulmana, quizá hasta llegar al 51%. El problema es gravísimo pues fueron las inmigraciones las que terminaron con el Imperio Romano.
A largo plazo, la única manera de abordar este asunto es actuando sobre la fecundidad, incentivando el papel reproductivo de las mujeres y sobre todo, resolviendo los problemas que plantea la compatibilización del trabajo fuera de casa de la mujer con la maternidad.
El comunismo sigue siendo otro gran problema para Europa. A pesar de haber sido la gran tragedia de nuestro continente durante el siglo XX, Europa no ha erradicado ni condenado el comunismo. Su gran reserva en el mundo son las universidades europeas. El comunista moderno es, como Pablo Iglesias, un profesor o periodista europeo, con pocos estudios, que no ha trabajado nunca y que mantiene la idea que la propiedad es mala y la libertad también y además no existe. Y su mundo fantástico es el de la revolución.
La Unión Europea presenta grandes dificultades para avanzar en el proceso de unificación política. No es la menor el racismo que el país más culto de Europa, Alemania, presenta con los países del sur que considera atrasados por no haber aceptado los valores del protestantismo.
El abandono del cristianismo es una realidad. El anticlericalismo en Europa, presente ya en el siglo XIX, con intelectuales liberales y la “izquierda burguesa” dispuestos a reducir el poder del clero en el Estado y en la sociedad, entró ya en el siglo XX en una nueva fase más radical, cuando se sumaron las nuevas corrientes socialistas y anarquistas.
Europa ha olvidado que lo que ha hecho superior a la cultura europea ha sido la educación en los valores humanos del Cristianismo.
Enrique Gómez Gonzalvo 08/12/2018 Referencia 378