Terminada la Guerra civil en 1939, aunque no había habido una reconciliación entre los españoles, el deseo de revancha de los vencidos era muy limitado, salvo ETA y algunos grupúsculos revolucionarios de extrema izquierda como el GRAPO y el FRAP. La única oposición a la dictadura había sido la del Partido comunista y la del sindicato Comisiones obreras. El PSOE, como diría Ramón Tamames, estaba de vacaciones.
La adhesión al Régimen de Franco, si en 1939 era del 50 % la media España que había apoyado la sublevación, tras la salida del subdesarrollo y el éxito económico de los años 60, llegaría probablemente al 70 %. Las manifestaciones de los estudiantes, las únicas que había, tenían una bajísima participación y no contaban con el apoyo de la población. No comprendían que ellos salían a la calle a redimir al pueblo y éste no quería ser salvado.
A pesar de ello, en 1969 se inició la descomposición del franquismo. Los partidarios de que continuara la dictadura a la muerte de Franco, como se demostraría más tarde, eran escasos y la oposición era mínima.
La opinión más generalizada entre los partidarios del Régimen consistía en que era necesario enterrar a Franco, al que se le ofrecería un homenaje multitudinario, pero era preciso terminar con el franquismo para que la democracia fuera posible. La sociedad española deseaba que terminara la anomalía que representaba España en el mundo occidental. Era preciso dotarse de un régimen liberal democrático, con elecciones, parlamento, con una justicia independiente, elegir al Gobierno democráticamente y participar en las instituciones europeas, Mercado común y OTAN.
En esto coincidían tanto los comunistas del interior, como Ramón Tamames o Nicolás Sartorius y los del exterior como Santiago Carrillo, que hacía años que defendía la reconciliación nacional, olvidando viejos rencores, para participar en unas elecciones democráticas. Querían llegar al poder, pero aceptando la democracia.
El Partido socialista, cuya labor opositora al régimen de Franco había sido nula, había elegido Secretario general a Felipe González Márquez, que pronto renunciaría al marxismo.
La derecha no estaba organizada políticamente. Los partidos políticos de la época de la República (CEDA y Acción Nacional) habían desaparecido.
En resumen, vencedores y vencidos estaban de acuerdo y la transición la hicieron los que no eran demócratas, los falangistas porque eran de Franco y los comunistas porque eran de Stalin, pero ambos dijeron ¡nunca más! y todo se realizó sin violencia. Los falangistas, las cortes franquistas, para que la libertad fuera posible se hicieron el harakiri y se marcharon a casa tras aprobar la Ley para la reforma política. Los comunistas, aceptaron la democracia, la bandera, la monarquía, renunciando a la revolución.
Elegirían un gobierno y unas cortes democráticas y aprobarían una Constitución. La forma de Estado sería la Monarquía parlamentaria, cuyo titular sería Juan Carlos, al que había nombrado Franco su sucesor a título de Rey y se establecería el Estado de las autonomías para solucionar los problemas nacionalistas.
Enrique Gómez Gonzalvo, Publicado 31-05-2018. Referencia 10
Enrique Gómez Gonzalvo, Publicado 31-05-2018. Referencia 10