Los conceptos bueno y malo son confusos y ambiguos. Racionalmente no se puede establecer lo que está bien y lo que está mal, nos tenemos que conformar con lo que diga cada sociedad porque no hay unos principios éticos universales que hayan sido adoptados por todas culturas. Así en la civilización islámica está bien acusar a las mujeres violadas de adúlteras y lapidarlas hasta la muerte para esconder esa violación por no sé qué cosas del honor. En culturas primitivas se permitían los sacrificios humanos, la poligamia, el abandono de los ancianos, etc.
El tema sujeto a reflexión es si el ser humano es “un lobo para el hombre” o tiende a la bondad.
Un católico dirá que el hombre es malo porque está lastrado por el pecado original.
Un antropólogo que la función de nuestro cerebro, como la de todos los seres vivos, es la supervivencia y por ello todos los mamíferos matan a otros seres vivos e incluso a sus semejantes, por lo que la antropofagia ha sido frecuente a lo largo de la historia. También nos dirá que el hombre aislado perecería y para vivir en sociedad es necesario que aparezcan nuevos factores que aumenten la cohesión del grupo y, unos de ellos, el más importante es la moral.
Los ilustrados del siglo XVIII, con Voltaire y Rousseau a la cabeza, dijeron que el hombre por naturaleza es bueno (el buen salvaje) y que lo hacía malo la sociedad. La conclusión era clara: vamos a cambiar la sociedad. Y de ahí vinieron el socialismo, el comunismo y el nazismo que la empeoraron.
Los liberales del XIX decían que es característico del hombre el afán de poder y el abusar de él una vez que lo ha conseguido.
Los neurólogos dicen que existe un neurotransmisor, la occitocina que está relacionada con la generosidad, con el establecimiento de relaciones sociales, con la conducta maternal y paternal. Es la responsable de que te emociones al asistir a una boda, de que ayudes a un extraño y de los grandes gestos heroicos.
Los psicólogos dicen que cierta fascinación por el mal ha existido siempre. Al diablo, a Lucifer que se rebeló contra Dios, se le teme y se le admira. ¿Qué otra cosa es el síndrome de Estocolmo, que admiración y agradecimiento por el que te ha hecho daño, pero podía haberte hecho más?
No es raro que los psicópatas y asesinos en serie tengan enamoradas dispuestas a darles amor (sexo, protección, alojamiento y dinero cuando salgan en libertad). En la mente femenina es frecuente la fantasía del tipo duro que le hará gozar sexualmente y al que incluso puede llegar a enamorar.
Los podemitas, como la alcaldesa de Madrid, dicen que la culpa no es de los delincuentes, sino de sus padres, de la sociedad, de las películas, de las drogas, de que son enfermos. Por ello 9 de cada 10 presos deberían estar en la calle.
Los sociólogos afirman que, con frecuencia, los malos disfrutan de cierta admiración social y se les da un plus de inteligencia. Se admira la picaresca y el engaño, en economía el fraude y la estafa y en política la corrupción y la demagogia.
En nuestra sociedad a veces se ridiculiza el bien. Nuestros jóvenes tienen como referentes a futbolistas que defraudan a hacienda, cantantes que se drogan o que conducen temerariamente.
La “maldad” masculina se asocia a la testosterona, al poder del macho, a la dominación, que ahora se llama prepotencia. Cierta agresividad se considera necesaria para desenvolverse en esa sociedad.
En el buenismo de los socialistas no hay nadie malo, solo hay acciones erróneas y siempre es la sociedad la responsable. Creen que los depauperados y humildes son bondadosos y que la maldad es privativa de los privilegiados, pero la experiencia nos dice que los desposeídos, si tienen oportunidad se vuelven déspotas.
En resumen, el hombre es malo, estúpido y cruel porque así es la naturaleza humana. El niño es el animal más cruel que existe, además de egoísta y narcisista. Luego, con la socialización vamos formando los diques morales y dejando de lado esa crueldad y ese egoísmo para poder vivir en sociedad.
Pero no todos reprimimos de igual manera esa naturaleza humana, hay quienes la reprimen menos y dejan que esa crueldad se exprese en su vida, ya sea en el mal trato a los animales o en el mal trato a otros seres humanos. Otros la reprimen más y son las personas altruistas, pero no es lo más frecuente.
Las religiones y los filósofos de la Ilustración mediante la educación, los intelectuales del siglo XX mediante las nuevas ideologías socialismo comunismo, han intentado cambiar al hombre, pero nadie lo ha conseguido.
Quizá lo consiga la ciencia, mediante la ingeniería genética. Si se puede llegar a curar enfermedades de tipo genético como la fibrosis quística o la diabetes o mejorar las facultades mentales como la memoria, la inteligencia ¿por qué no hacer al hombre más bondadoso?
Enrique Gómez Gonzalvo 2-09-2017 Referencia 68
Su escrito en referencia a Franco, es una luz que nos conduce a la verdad, pues es muy facil el criticar sin fundamento, considero que la historia le dio la razón, el Comunismo o rojismo a sido un fracaso en todo el planeta, por lo tanto lo malo debe de morir.
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