¿Qué porcentaje de catalanes quieren ahora mismo la independencia? No hay manera de saberlo, pero es evidente que durante los últimos años el sentimiento independentista ha experimentado un crecimiento indiscutible..
Bien claro lo dejó Pujol en aquella conversación con el ministro socialista Fernández Ordóñez recogida por José Bono en sus memorias: «La independencia es cuestión de futuro, de la generación de nuestros hijos. Por eso tenemos que preparar el camino con tres asuntos básicos: el idioma, la bandera y la enseñanza».
Está claro que el ex honorable sabía lo que quería y obró en consecuencia. Durante cuatro décadas han desarrollado esa ingeniería social totalitaria sin que los gobiernos de Madrid hayan movido un dedo jamás.
Han utilizado el catalán como la herramienta para discriminar a los que no hablan catalán.
La enseñanza ha servido para la falsificación de la historia. No les dicen a los niños, por ejemplo que la industrialización de Cataluña comenzó con el célebre arancel Cambó que consistía en gravar con el 36 % todas las hilaturas que entrasen en España, por lo que el resto de los españoles tenían que pagar caro lo que podían comprar más barato en Inglaterra.
Tampoco les dicen que Final del formulario
Cataluña, junto a las provincias vascongadas, han sido las regiones más favorecidas precisamente por el régimen de Franco, quedando las demás descapitalizadas, relegadas a suministrar mano de obra y condenadas a una economía agraria.
Han evitado analizar las consecuencias del separatismo, que serían la salida inevitable de la UE, la pérdida de empleo y la huída de las empresas. El comercio exterior sufriría un grave deterioro pues Cataluña exporta más a Aragón que a Francia y Alemania juntas.
No les han dicho a los ciudadanos que, según un informe de la agencia de calificación Moody, desde 2008 han abandonado Cataluña 5.000 empresas, emigrando muchas a Madrid.
Silencian el dictamen de la Comisión europea, advirtiendo que Cataluña no reúne las condiciones necesarias para proclamarse estado independiente.
La sociedad catalana, es una sociedad enferma de sumisión: no se rebela ante sus gobernantes, aunque sepan que les llevan a la ruina, es el silencio de los corderos. Es enferma de paranoia: creen que el resto de los españoles no los quieren. Y es enferma de cobardía, prefieren una mentira a aceptar la realidad: la culpa de su ruina económica (55.000 millones de euros que tienen de deuda), no la tiene España, sino sus políticos por la corrupción y el mal gobierno.
Los no nacidos en Cataluña tienen el síndrome de Estocolmo: aunque no pueden educar a sus hijos en castellano, creen que tienen que estar agradecidos a Cataluña porque les ha dado un puesto de trabajo y todavía les podían haber tratado peor. No se dan cuenta, los pobres, que Cataluña es tanto de ellos como de los catalanes. Todo es España.
El tiempo juega a favor de los independentistas. Los dirigentes separatistas vascos y catalanes conocen muy bien los estudios sociológicos que reflejan que los más opuestos a la secesión son los mayores de 60 años y que cuanto más se baja en edad más aumenta el porcentaje de independentistas. ¿Milagro? No, consecuencia lógica del adoctrinamiento escolar y mediático.
El resto de españoles están asustados, no comprenden a los catalanes y tienen miedo ante el futuro.
Bastaría que ese 65 % de catalanes que dicen se sienten tanto catalanes como españoles despertasen de ese sueño profundo, para que el problema tuviera solución. Tienen que pensar que la independencia va en serio y que, antes o después, pueden dejar de ser españoles.
Enrique Gómez Gonzalvo, 04-08-2017 Referencia 136
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