La fascinación que los nacionalistas han ejercido sobre los socialistas no tiene explicación. Una persona de izquierda no puede simpatizar con un nacionalista como un clérigo no puede hacerlo con un ateo. A pesar de ello, para los socialistas españoles ser nacionalista periférico se considera progresista, por eso coquetean o les dan la razón a los separatistas mientras que el nacionalista español es franquista, fascista, casposo. Esto ocurre tanto en el País Vasco como en Cataluña.
En el País Vasco ocurre lo mismo. En tiempos de Franco, muchos socialistas y comunistas admiraban el coraje que demostraban los gudaris cuando se acercaban a un policía nacional por la espalda, le descerrajaban un tiro en la nuca y huían corriendo. Era lo que a ellos les hubiera gustado hacer si hubieran tenido valor.
Con la democracia muchos siguieron admirando a los etarras porque se atrevieron a rechazar la reforma con todas las de la ley, no como ellos, que se arrugaron y renunciaron a la ruptura, la república, la tricolor, el himno de Riego y todo lo demás.
Cuando los socialistas accedieron al poder, una parte de ellos siguieron admirando el coraje de esos luchadores que se negaron a transigir con el capitalismo, la burguesía, los curas, el ejército y los bancos.
En Cataluña, durante la transición, Felipe González entregó el 40 % de los votos que tenía en el cinturón industrial de Barcelona, llamado el “cinturón rojo”, a esos señoritos millonarios progres como Maragall, Raventós, etc. de la más rancia aristocracia catalana, que eran más nacionalistas que Jordi Pujol.
Desde entonces, el Partido socialista de Cataluña ha sido la punta de lanza del nacionalismo catalán. Sin el voto de los inmigrantes y de los hijos de esos inmigrantes andaluces, murcianos, manchegos, aragoneses y gallegos, que no eran independentistas pero que votaban a un partido independentista, el nacionalismo nunca habría alcanzado la mayoría.
Los barones del PSOE, Chávez, Ibarra y Bono acudían a Barcelona durante la campaña electoral para solicitar el voto de los inmigrantes, mientras Alfonso Guerra se disfrazaba de minero en Rodezno.
Cuando el PSC llega a la Generalidad con el tripartito, no solo no cambió la política nacionalista de Pujol, sino que las multas a los que rotulaban el comercio en castellano aumentaron así como la persecución de todos los que se oponían al nacionalismo.
Cuando el Tribunal Constitucional concluyó que 14 artículos del Estatuto de autonomía aprobado en 2006 eran inconstitucionales y por lo tanto nulos, el 10 de Julio de 2013 se produjo una masiva manifestación a favor del Estatuto, en contra del Tribunal Constitucional y a favor de la Independencia. Salieron a la calle más de un millón de personas, pero hubiera sido igual si solo hubieran sido cien mil. Lo grave es que al frente de la manifestación estaba el charnego Montilla, perteneciente al Partido socialista y Presidente de la Generalidad de Cataluña, que es una institución del Estado. Al frente Gobierno de España, había un bobo solemne, también socialista que había afirmado “aprobaré el estatuto que salga del parlamento catalán”.
Actualmente, aunque la población de Santa Coloma de Gramenet desde hace 25 años está compuesta en el 95 % de inmigrantes de origen andaluz, la actual alcaldesa socialista Nuria Parlón les habla en catalán y ellos, los mayores, apenas lo entienden. Sus nietos no pueden estudiar en español y su fracaso escolar es el mayor de toda España.
Solo un pueblo de imbéciles, charnegos agradecidos, puede tolerar esto y, menos, votarlos.
Enrique Gómez Gonzalvo, 20/06/2017 Referencia 176.