Hasta hace 50-100 años las personas de derecha se reconocían fundamentalmente por la religión, no en balde España se había forjado en la lucha contra el Islam. Actualmente lo que más diferencia a la derecha de la izquierda es la defensa de la propiedad privada, de la libertad individual, del estado de derecho, pero sobre todo es el sentimiento nacional. Es el pertenecer a una sola nación, que todos los españoles debemos ser iguales ante la ley sin privilegios de ninguna región o comunidad y que ha de haber una solidaridad entre las diversas regiones de España.
A pesar que la derecha es moralmente superior a la izquierda porque ha producido mayor libertad, riqueza y bienestar, en España como ocurre también en toda Europa, muchas personas que se consideran de derecha tienen vergüenza de proclamarse como tales y afirman ser de centro. Quizá la causa sea que Iglesia católica ha visto siempre con malos los ojos a los ricos y al enriquecimiento, aunque lo haya conseguido con el trabajo y el esfuerzo.
De este complejo de la derecha no se ha librado la clase dirigente. Ni Romanones abandonando al Rey Alfonso XIII, ni el democristiano Alcalá Zamora, ni el felizmente civilizado Lerroux, ni Gil Robles, ni el monárquico autoritario Calvo Sotelo. Más recientemente Adolfo Suarez, que después de traer la democracia afirmó estar a la izquierda de Felipe González o José María Aznar, que después de crear 5 millones de puestos de trabajo dijo que el Partido Popular era de centro-reformista.
La propaganda de la extrema izquierda ha calado en un amplio sector de la población diciendo que nuestro actual régimen, con ser más o menos democrático, es heredero del franquismo. Por serlo, la derecha que habita en él no es democrática, sino de uno u otro modo franquista y, la prueba, dicen, es que se niega a condenar los crímenes del régimen de Franco.
La izquierda, dicen, desciende directamente de la democracia y encarna la II República, que fue abatida por unos militares con un golpe de Estado que desembocó en una guerra civil en la que las fuerzas democráticas fueron derrotadas por los fascistas. Por eso, el régimen se legitima cuando gobierna la izquierda y se deslegitima cuando lo hace la derecha o, mejor dicho, cuando lo hace esta derecha.
La derecha no ha sabido inculcar en la juventud la idea que no es verdad que la Segunda República era un régimen democrático contra el que se levantaron los fascistas. Es posible que en sus inicios lo fuera o intentara serlo, aunque la primera quema de iglesias y conventos se produjo en mayo de 1931, antes que el nuevo régimen cumpliera un mes. De lo que no cabe duda es de que desde la Revolución de Octubre de 1934 dejó de ser democrática para convertirse en un régimen revolucionario de izquierdas que, hasta que Stalin le dio una dirección, la comunista, no sabía muy bien a dónde iba. Aunque sí sabía perfectamente a dónde no iba, que era hacia la democracia.
Contra aquella izquierda revolucionaria se levantaron no sólo los fascistas, sino toda la derecha y la media España que no quería morir se enfrentó a la otra media, dejando de creer en la democracia.
Pero esa derecha no ha sabido presumir de lo más honroso que ha hecho, que es precisamente traer la democracia, desde la dictadura, ya que sin su colaboración no hubiera sido posible.
Enrique Gómez Gonzalvo Terminado 12/05/2017 (Referencia 84)