La frontera es lo que marca una soberanía. El gobierno de un país tiene autoridad dentro de los límites de esas fronteras y lo que ocurra más allá, aunque sea a unos pocos metros, está fuera de su incumbencia siempre que no afecte a sus intereses nacionales. Por ello, las fronteras suelen ser vigiladas para evitar el ingreso de inmigrantes ilegales o de productos prohibidos, como drogas u objetos de contrabando.
España defiende su frontera en Ceuta y Melilla con una valla, que fue reforzada en tiempos de Zapatero con ballestas agudas, pues si no existiera tendríamos un millón de marroquíes en 3 meses y 4 millones de subsaharianos en un año. La frontera con Francia y Portugal se ha suprimido porque compartimos nuestra soberanía con la Unión Europea. Solo un ignorante o un malvado como Bono pudo decir que “en Castilla-La Mancha nunca exigiremos papeles a los inmigrantes” y que era partidario de dar servicios gratis a todos los inmigrantes “sin mirar si tienen o no su situación regularizada”.
Lo fundamental es si EE UU tiene derecho a defender su frontera de los yihadistas que quieren entrar y repetir el atentado de las Torres Gemelas y de la inmigración masiva, fundamentalmente mejicana y sudamericana. Parece que este derecho se le niega al presidente Trump, pero no se le negó a Clinton que es el que inició la construcción del muro en 1994, levantando más de 1.000 km. Tampoco la Unión Europea se niega este derecho a si misma pues ha evitado la entrada de más refugiados, procedentes de Oriente Medio, después de la terrible experiencia que supuso la entrada de 2 millones de inmigrantes, casi todos musulmanes, hace dos años.
Cuando Trump anunció la continuación en la construcción del muro se oyeron cosas tan ridículas como que violaba los derechos humanos. Es un asunto que tendrá que tratar con Méjico a través de acuerdos bilaterales.
El que si construyó un muro en Florida para que no entraran los cubanos, que llegaban huyendo de los tiburones y de los Castro, fue Obama, el Premio Nobel de la Paz. Pocos días antes de dejar la Presidencia de EE UU derogó la llamada Ley de los pies secos y mojados por la que se les daba asilo político a los cubanos que llegaban a las costas de Florida huyendo del comunismo, con el argumento de que ya no había tiranía política en Cuba por lo que los cubanos que habían sido detenidos, encarcelados y torturados por el régimen de los Castro, si llegaban a Florida deberían ser tratados como los inmigrantes de otros países. Raúl Conseguía el viejo sueño de su hermano de que para USA, Cuba no fuera una dictadura enemiga.
Enrique Gómez Gonzalvo. 25-04-2017. Referencia 181