Nacionalismo es el sentimiento fervoroso de pertenencia a una nación y de identificación con su realidad y con su historia por encima de otras consideraciones. Está más cerca del acto de fe en que se fundan las religiones que en la racionalidad del homo sapiens.
Supone la vuelta al instinto tribial apelando a los sentimientos y las bajas pasiones, como el odio y la xenofobia, que la civilización las ha ido reprimiendo, pero que continúan dentro del ser humano. Y si se enaltece demasiado se puede llegar al racismo, a la discriminación, a la xenofobia, al rechazo y al odio al extranjero.
La nación es un grupo humano que, porque cree que posee unas características culturales y un pasado histórico común, se considera dueño del territorio que ocupa y quiere decidir su propio futuro. Ese grupo puede poseer el mismo idioma, ser de la misma raza, tener una historia común, costumbres análogas o no. Todo esto es secundario. Lo fundamental es que se reconoce soberano y cree que no existe ninguna entidad ni humana ni divina en su territorio que sea superior.
No es algo natural, como la familia, que haya existido siempre y que ha sido descubierta por los nacionalistas. El nacionalismo es una doctrina, inventada en Europa a comienzos del siglo XIX, para legitimar a los estados como un plebiscito cotidiano.
Los nacionalistas no descubren la nación sino que la crean y serán los grandes beneficiarios, mientras la mayoría de la gente seguramente perderá. Para ello se basarán en el mito identitario, en considerar que el individuo, por haber nacido en un territorio determinado, tiene unas características comunes que le llevan a considerarse diferente de los demás pueblos, es decir, superior.
El nacionalismo ha traído muchas desgracias a la humanidad. Favorece las soluciones dictatoriales y la corrupción. Al resaltar los factores que dan cohesión al grupo, la raza, el idioma, la religión, la historia y las diferencias en general, se dificulta la solidaridad entre los pueblos.
Produce fronteras que dificultan el comercio internacional y el intercambio de bienes y servicios, la difusión de la cultura y la libre circulación de las personas.
Precisa un enemigo común al que culpar de todas sus desgracias y, si no existe, se inventa. Y normalmente para formar una nación hay que romper otra y la secesión pacífica y ordenada, generalmente no es posible.
Por su propia naturaleza tiende a expansionarse. La historia nos ha demostrado que es la causa de la mayoría de las guerras, como la Primera y la Segunda Guerra Mundial y las 5 guerras de finales del siglo pasado en la antigua Yugoslavia con más de 300.000 muertos.
El número de naciones que podría haber en nuestro planeta, si se cumpliera el requisito del nacionalismo del siglo XIX de un pueblo una nación, se podría llegar al infinito. Pensemos por ejemplo en un África con más de 6.500 etnias, convertidas en naciones enfrentadas constantemente.
Los nacionalismos no proceden de la burguesía. Esta es una idea marxista. A los empresarios no les conviene la limitación del mercado. Surgieron en los medios eclesiásticos e intelectuales y nunca han sido liberales.
Finalmente, el estado-nación actual está en crisis y cada vez tiene menos competencias debido a su integración en estructuras supranacionales.
Enrique Gómez Gonzalvo 6-06-2016 Referencia 34
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