Nació en Pontevedra en 1948. Estudió en los Hermanos Maristas de Alicante, donde su padre fue trasladado como inspector de Aduanas. En Deusto se licenció en Derecho y dos años más tarde logró el número uno en las oposiciones a abogado del Estado con plaza en Toledo.
Mario, el banquero. Se inició en el mundo empresarial con Juan Abelló, heredero de Laboratorios Abelló. Tras la venta, entró a saco en Banesto y en 1987 sustituyó a López de Letona, presidente de la entidad.
Elaboró un complejo entramado de sociedades de ingeniería financiera, de dudosa legalidad, pero que le produjeron grandes beneficios particulares.
Son los años 80. Es el Mario altivo, engominado, chulo, el prototipo de lo que entonces se llamó la “cultura del pelotazo”. Los jóvenes querían ser como él. Era el modelo de aquella sociedad.
Consiguió la “amistad” de los hombres más poderosos de España en los años 80. Me refiero al Rey Juan Carlos I, Felipe González y Jesús Polanco. Los tres constituían el poder fáctico más grande, que tenía España, prácticamente el único. En las reuniones del Rey, Polanco y Mario Conde, se burlaban de José María Aznar, a la sazón Jefe de la oposición, como Presidente del Partido Popular , “ el del bigote” le llamaban. Lo explica Jesús Cacho en su libro El Ángel Caído.
Contando con la protección de los poderosos y de la prensa, cayó en la tentación de querer ser Presidente del Gobierno. Si Aznar fracasaba él se postularía como salvador de la Patria. Bien aceptado por la derecha, podría ser nombrado en una especie de plebiscito jefe de gobierno con amplios poderes y convocar elecciones. El Rey no se opondría. Crearía una especie de derecha populista, masónica, extravagante.
Aznar, en contra de lo que esperaban, cambió bruscamente la política económica, se inició la recuperación y España cumplió todas las condiciones de Maastricht y su plan se vino abajo.
Y Mario volaba, volaba, cada vez más alto. Y veía a España cada vez más pequeña. Y cada vez más al alcance de su mano, o mejor, de sus garras. Cada vez mejor vestido y más engominado. La “amistad” con los poderosos continuaba. Don Juan, el padre del rey Juan Carlos I, dijo que le quería más que a su hijo. Con Jesús Polanco, el editor del diario El País, pasaba la Noche Buena en el que yate Alejandra, después de regalarle el edificio en la Gran Vía de Madrid, en el que está instalado la Cadena Ser.
Lo último que compró repartiendo sobornos, el 9 de Junio de 1993 fue ”el doctorado “honoris causa” por la Universidad Complutense con la presencia del Rey Juan Carlos. Allí estaban todas las fuerzas vivas: Jesús Polanco, Camilo José Cela, Pedro J. Ramírez, Adolfo Suarez, Gustavo Villapalos… El único que faltó fue José María Aznar. Todos sabían que robaba, que saqueaba, todos acudieron a rendirle pleitesía y a todos beneficiaba. En su discurso de investidura “apostaba por introducir ingredientes correctores en el mercado y elementos éticos de solidaridad”
Pocos meses después, el 28 de diciembre del mismo año, el Banco de España intervino Banesto, destituyendo a todo el consejo de administración, incluido su presidente, por un agujero patrimonial de 3.636 millones de euro (605.000 millones de pesetas).
Y entonces, de pronto todos le abandonaron, nadie se ponía al teléfono. El diario El País afirmó en un editorial que ya era hora de que cogieran a este ladrón y sinvergüenza.
Mario, el preso.
En 1994, Mario ingresó en prisión acusado de apropiación indebida y estafa de 7.000 millones de pesetas. El Supremo le condenó a 20 años de cárcel. Sería el preso mejor peinado de Alcalá Meco. En noviembre del 2005 consiguió el tercer grado penitenciario.
Ayer, 12 de Abril, fue detenido por la guardia civil porque desde 1999 estaba repatriando el dinero que robó a Banesto en los años 80 y primeros de los noventa y que ascendía, por el momento a 14 millones de euros.
Enrique Gómez Gonzalvo, 13-04-2016 Referencia 15
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