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Zapatero no sabe que es una nación. Dijo que es un concepto discutido y discutible. Los políticos españoles hablan de naciones, nacionalidades, sentimiento nacional, nación de naciones, plurinacionalidad, federaciones, etc.
Los independentistas catalanes dicen que ellos son una nación y que quieren formar un estado. Sus amigos, los podemitas de Pablo Iglesias parece están de acuerdo. En Europa no comprenden nada. Ellos saben que España, como Francia y otros países, es una nación-estado de las más antiguas del mundo.
La nación en el concepto romántico es una comunidad de personas unidas por vínculos de lengua, cultura, religión, historia, raza y normalmente habitan un mismo territorio. Ninguno de estos conceptos tiene importancia. Hay naciones que tienen diversas lenguas (Suiza: francés, alemán, italiano), religiones (Alemania: católicos y protestantes), historia (las fronteras cambian con frecuencia: las de Europa actuales no se parecen en nada a las de la Primera Guerra Mundial), raza (naciones multirraciales como EE UU). Así en la época pre romana en la Península ibérica había decenas de naciones, tantas como tribus.
En el concepto moderno, la nación no es un ente cultural sino político. No se trata de la raza, lengua, religión o cultura. Es un conjunto de individuos libres e iguales ante la ley, plasmada en una Constitución, que ellos mismos se han dado y que desean vivir en comunidad. De forma que el pueblo es soberano y se ha dado su constitución. No son súbditos de un monarca o de un déspota sino ciudadanos y la primera autoridad no es el rey, sino la Constitución.
El estado es una construcción jurídica. La nación se constituye en estado cuando se organiza políticamente, es decir, cuando tiene un gobierno y unas normas jurídicas propias. Surge para terminar con el miedo, para proteger a los ciudadanos, para organizar la convivencia, para darles seguridad.
El estado ha de defender a la nación de los enemigos exteriores e interiores y conseguir que la convivencia sea posible mediante el estricto cumplimiento de las leyes, la igualdad ante la ley y la independencia de los jueces, protegiendo los derechos de las minorías.
Se arroga el monopolio de la violencia y para ello dispone de la policía y de las fuerzas armadas, que están a disposición del gobierno constitucional para que actúe donde el gobierno diga porque tiene la legitimidad para usarla, pero siempre bajo el imperio de la ley, pues de lo contrario sería una dictadura.
La nación persiste, pero el estado puede sufrir toda clase de transformaciones. Así los españoles fuimos provincia romana, independientes en época visigoda, multitud de reinos tras la invasión árabe, federados esos reinos con los Austrias, unificados tras el Decreto de Nueva Planta con los Borbones, república, otra vez monarquía restaurada, otra vez república, otra vez dictadura y por último otra vez monarquía, esta vez constitucional.
También el estado-nación puede desaparecer, como ha ocurrido numerosas veces a lo largo de la historia. Unas veces será por conquista por otra potencia extranjera y otras por demolición interna, por suicidio, cuando falta el deseo de vida en común, que parece que es lo que sucede en parte de la sociedad española o cuando no hay voluntad de defenderse, como ocurre en Europa, frente a los enemigos exteriores.
Enrique Gómez Gonzalvo, 10 de marzo de 2.016 (Referencia 18)
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Muy crítico con el sector izquierdo pero poco con el sector fascista derecho
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