EL LIBERALISMO

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El liberalismo no tiene nada que ver con el “talante liberal” del Dr. Marañón que se refería a personas con actitud tolerante, respetuosas con las ideas ajenas y progresistas en la acción política. El liberal ha de ser tolerante y respetuoso con las personas, pero no con las ideas, el delito o la corrupción.

El liberalismo hunde sus raíces en la Europa cristiana de finales del Medievo, que defendía la libertad individual, el libre albedrío y una relativa separación de la Iglesia y del Estado.

Posteriormente, la Escuela de Salamanca, adelantándose a John Locke y a la ilustración escocesa defiende el mercado libre, que el precio justo venga dado por la oferta y la demanda, que es lícito cobrar interés por el dinero prestado y que la propiedad privada es moralmente neutra. Terminaba con ello la época medieval en la que hacerse rico era sospechoso y cobrar intereses por el dinero se consideraba usura.

Con todo se considera que el liberalismo político nació en el siglo XVIII de la rama de Montesquieu y el liberalismo económico  tuvo su origen en Adam Smith, que afirmó en La riqueza de las naciones, publicado en 1776, que  que los países con una economía libre eran más ricos.

El liberalismo se desarrolló ampliamente en el siglo XIX y sufrió una profunda crisis en el XX con el triunfo de las ideologías totalitarias (nazismo, comunismo y fascismo).

La base del liberalismo consiste en que  lo fundamental no es la democracia, que solo sirve para cambiar gobiernos sin necesidad de una guerra civil, sino la libertad. Defiende  los derechos  y libertades del individuo para que cada persona pueda pueda llegar hasta donde se proponga con el único

límite de no afectar   los derechos y la libertad de los demás.

Los derechos son siempre personales, de todos y cada uno de los individuos,  no por pertenecer a un colectivo. Por eso no debe  haber  derechos de los trabajadores, de los empresarios, de los territorios, de los grupos sociales, de los homosexuales, etc.

Contrariamente a lo que piensan los anarquistas cuyo lema es ni papa, ni     rey, ni patrón, para los liberales la autoridad es necesaria, pero como la experiencia ha demostrado que los gobernantes  tienden a abusar de su poder y a intentar organizar nuestras vidas,  la intervención del Estado en la vida del individuo debe ser solo la indispensable.

La justicia ha de ser independiente  e igual para todos los ciudadanos, tanto   si han nacido en un palacio  o en una cueva.

Además de esa defensa de las libertades, es fundamental el respeto a la división de poderes de Montesquieu: ejecutivo, legislativo y judicial y que los tres poderes se vigilen mutuamente para evitar el abuso de cualquiera de ellos.

La prensa ha de ser  libre y plural  para controlar a los políticos y a los poderosos, tanto si son políticos, empresarios, periodistas,  intelectuales o artistas.

Finalmente, respeto a las minorías y siempre predominio de la libertad sobre la igualdad pues lo contrario conduce a la tiranía.

Las ventajas del liberalismo son numerosas: además de ser moralmente  superior al socialismo y de  proporcionar mayor libertad y bienestar, es más eficaz para conseguir la paz. Esto lo tuvieron muy en cuenta unos estadistas europeos llamados  Conrad Adenauer, Jean Monet, Charles De Gaulle, que tras las dos guerras mundiales y para evitar su repetición, tuvieron la feliz idea de unir a sus pueblos mediante lazos comerciales. Para esto se creó el Mercado Común Europeo, más tarde Unión Europea. Y no ha habido más guerras en Europa.

Enrique Gómez Gonzalvo, 29 -02-2016 (Referencia 5)


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